El cadáver de un rehén surcoreano decapitado en Iraq fue devuelto el sábado a su ciudad natal en un ataúd cubierto por la bandera nacional y escoltado por una guardia de honor policial en uniforme blanco.
 
Grupos de dolientes llorosos observaron cómo los restos eran transferidos de un avión militar surcoreano a una carroza fúnebre, y luego a un hospital local donde se erigió un catafalco para que el público pudiera rendirle postrer tributo.
 
Kim Sun-il, de 33 años, trabajaba en una compañía que suministraba equipos al ejército norteamericano y fue decapitado el martes cuando el gobierno surcoreano rehusó ceder a su exigencia de que suspendiese el envío de tropas a ese país.
 
La decapitación dejó atónito al país y suscitó intensas críticas por el manejo del caso por parte del gobierno surcoreano, al tiempo que renovó el debate en torno al proyectado envío de 3.000 soldados surcoreanos a Iraq a partir de agosto.
 
Poco antes de la tragedia, Kim, que es cristiano, había escrito varios mensajes os electrónicos a un amigo, en que le decía que asistía con regularidad a ceremonias religiosas junto con colegas coreanos e iraquíes, dijo la agencia surcoreana Yonhap.
 
En uno de esos mensajes, Kim dijo que proyectaba casarse con una iraquí de su empresa que era también cristiana, dijo Yonhap.
 
El asesinato también ha impulsado a un grupo de legisladores a presentar ante el parlamento una resolución en que se insta al gobierno a reconsiderar el emplazamiento militar.