La celebración del Día del Padre fue para mí un momento para reflexionar sobre algunos temas que hoy comparto con ustedes. No me pidan mayor desarrollo de algunas de estas afirmaciones; confío en que la capacidad de ustedes me lo exima y también el espacio limitado de esta columna.

- Cuando nos reunimos para festejar la responsabilidad de haber formado una familia; cuando los hijos se acercan a sus padres, testimoniando su pertenencia e identidad; cuando los esposos se sienten felices de haber sido los artífices de nuevas vidas; en estos y otros casos, es cuando la existencia cobra un sentido total y entendemos de manera cabal que la institución familiar es fundamental para la subsistencia del género humano y para no desquiciar la intención de su Creador.

– La familia se une o se dispersa, como consecuencia de procesos, de vivencias, de intencionalidades; dicho con otras palabras, la familia no es un accidente en la vida de los humanos y su crecimiento no es algo eventual o casual, porque se requiere de un propósito muy claro y nítido de parte de la pareja hasta que lleguen los hijos y luego con ellos y por ellos.

– El ritmo de vida que imprime la globalización es una invitación a la dispersión, a la multiplicación de compromisos, al activismo febril, a la necesidad cada vez de más horas fuera de casa para cumplir con todo aquello que lentamente pasa a ser indispensable para el ejecutivo, para la empresaria, para el hombre de letras o para el político. Es entonces plausible que la pareja se siente a examinar el paso de sus días y, de ser necesario, haga los cambios necesarios cuando todavía es tiempo para hacerlos.

– Recuerden al profesor que frente a sus alumnos colocó en un frasco algunas pelotas de tenis y preguntó a sus alumnos si el recipiente estaba lleno y todos dijeron que sí; luego colocó tachuelas entre las pelotas y preguntó lo mismo; después puso en ese frasco arena y todos gritaron que ya no había espacio para nada; finalmente tomó dos tazas de café y vertió su contenido en el frasco, ante el asombro de sus pupilos. El maestro reflexionó así: cada persona, cada hogar debe escoger cuatro o cinco prioridades y con ellas debe llenar su existencia; los espacios disponibles se llenarán con otras actividades de utilidad, con entretenimientos personales, distinguiendo siempre con claridad lo esencial de lo accidental, porque si llenamos el frasco con arena ya no quedará espacio para esas cuatro o cinco pelotas de tenis que simbolizan nuestras prioridades. Gracias al Dr. Xavier Arosemena Camacho por su e-mail “la vida y una taza de café”. Alguien preguntó al maestro de nuestro cuento, qué significaba el café; él respondió: en la vida siempre habrá un espacio disponible para tomarlo con un buen amigo, por más apretado que sea nuestro tiempo y complicada nuestra agenda.

– Las gratas experiencias familiares del Día de la Madre y del Padre tienen que movernos a cambios de comportamientos. Hay algo más todavía, será para una próxima ocasión.