Finalmente, el día de hoy se firmará el convenio entre el IESS y el Municipio. Este convenio, si se cumple, puede ser uno de los proyectos más importantes para nuestra ciudad en los últimos años por el alcance e impacto que tendrá. Guayaquil es la ciudad con mayor déficit de vivienda del país, déficit para el cual hasta el día de hoy no se avizoraba solución alguna, tendiendo incluso a crecer dado el fenómeno migratorio. Ha sido también una de las ciudades más desatendidas en lo que a salud se refiere. Tampoco teníamos esperanzas de mejora a corto plazo por la casi ninguna preocupación del Ministerio de Salud en el pasado, y por la ineficiencia y podredumbre en el IESS.

La implementación de este convenio podría ser el principio de una transformación, por lo que podríamos experimentar a futuro varios cambios trascendentales. Primeramente, es un pequeño paso en dirección a la autonomía ya que el IESS se ve obligado de descentralizar el manejo de los fondos y su inversión. Debería significar una reducción del Instituto al obligarse a tercerizar los servicios de salud primaria. Se produce un cambio en el concepto de las funciones del gobierno local.
Por primera vez comienza a incursionar en temas como la salud, obligándose a auditar el proceso tercerizado. Las connotaciones de esta nueva responsabilidad son grandes. Los gobiernos locales tienen la obligación moral –y en un régimen de autonomías debería ser también obligación legal– de atender las necesidades básicas de sus habitantes como Salud y Educación. Esperaríamos que esto solo sea el inicio de la acción municipal en estos campos. Adicionalmente, el sector privado de la construcción y la salud en Guayaquil deberían dinamizarse, crecer, volverse más competitivos. La corrupción en el IESS debe tender a decrecer.

Lo que se firmará el día de hoy no es el esquema perfecto. Está lejos de ser perfecto. Pero es bueno. Infinitamente mejor que lo que tenemos hoy en día. Los ecuatorianos tendemos a destruir cualquier idea que no sea la nuestra. Eso se llama envidia. Y tendemos a atacar cualquier esquema que no pensemos que es perfecto, aunque sea bueno. Eso se llama estupidez.

Lo perfecto sería que el IESS desapareciese totalmente. Lo perfecto sería que existiesen cuentas individuales de fondos de pensiones y que el trabajador pudiera elegir dónde ahorrar su futura jubilación. Lo ideal sería que un jubilado no reciba 26 dólares mensuales porque el IESS dilapidó sus recursos. Lo ideal sería no tener que financiar, con los fondos de todos los ecuatorianos, 200.000 dólares en oficinas de burócratas, ni sus viajes al exterior, ni sus carros. Guayaquil, en consultas populares pasadas, votó en contra del IESS pese a que la votación nacional lo favoreció. Que empiece a morir entonces, comenzando por Guayaquil, es lo justo.