Desde el comienzo de la humanidad las personas han buscado su libertad. Ese es el pensar de Jenny Armendaris, de 55 años, propietaria del café La Marasca (Guayacanes 117 entre Bálsamos y Circunvalación Sur) donde el jueves pasado se celebró una fiesta únicamente para solteros.

Ahí en un ambiente festivo, repleto de música colombiana, 50 personas se divertían, intentando ampliar su círculo de amigos y  relacionarse con otros de igual condición civil.

Las reglas del evento fueron muy claras. No era una reunión para encontrar pareja, aunque como dice la organizadora, eso tampoco está descartado. La idea que dominaba el encuentro era combatir y compartir la soledad.

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La mayoría de los asistentes estaba ahí para conversar, tomarse un trago y divertirse. Agotar la posibilidad de encontrar a alguien con el que luego se pueda iniciar una relación basada en la verdad y en la tranquilidad.

Jenny es madre de tres hijos, abuela de tres nietos y divorciada. Reconoce que en estos momentos está más enamorada del camino que de la meta. Sin embargo, asegura ser muy feliz. Porque para ella la libertad es lo más hermoso que una persona puede tener, ya que  representa el espacio personal que cada uno puede poseer.

Desigualdad
La noche del encuentro se vivió una realidad: no hubo muchos hombres para el número de mujeres que asistieron. Alcanzaban uno para dos de ellas. Pero no se crea que es tan fácil asistir a las reuniones que organiza Jenny. Ella expone unos requisitos sin los cuales es imposible ingresar a estos encuentros que podrían significar un cambio radical en la vida de los solteros. Ahí van.

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Entrevista personal con los organizadores, que generalmente suele hacerse luego de las 17h00; mostrar documentos que acrediten el estado civil del interesado, como cédula, pasaporte; teléfonos para comprobación y verificación de datos; y luego algo en lo que ponen mucho énfasis, reserva estricta y rigurosa del derecho de admisión.

Y luego a divertirse y a darle duro al baile y a la fiesta, que para la próxima ocasión será con motivos mexicanos, los que deseen compartir la experiencia solo deberán esperar dos jueves.

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Mientras ese día llega, queda saber que el jueves anterior la fiesta arrancó con la gente de pie, arrebatada y aplaudiendo cada canción del grupo musical que puso en escena el arte del vallenato.

Esa música originaria de la región de Valledupar, en Colombia, que el escritor Gabriel García Márquez alguna vez dijo que fue hecha para escuchar y no para bailar, pero que los latinos con su eterno espíritu festivo todo convertimos en algarabía y pachanga.

En ese ambiente de buena música y buena vibra aparecieron Rocío, Magaly, Jorge, Marisol, Janet Azucena, Daniel, Teresa y otros solteros que, aparte de bailar y cantar, también degustaron  humitas, hayacas, lasaña de pollo, pastel de acelga, torta de camote, camarones, carnes y la deliciosa torta selva negra, preparada por Manuela Saltos, de la Escuela de Chefs.

Claro que algunos no pudieron participar de esta fiesta porque el local se llenó. Se marcharon con la ilusión de volver otro jueves y tener mejor suerte. Sin embargo, la suerte es algo que Jenny no considera para estos casos.

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Para ella, conseguir una pareja es un esfuerzo que se conjuga en singular y todos debemos hacer el esfuerzo y meter lucha para que las cosas cambien. El hombre y la mujer, por supuesto, no nacieron para padecer la soledad.

Claro. Por eso quizás, las voces presentes esa noche gritaban con el cantante Jorge Toral a la cabeza: “Del mar yo sacaré las más hermosas perlas para hacerte un collar de acuerdo a tu belleza...”. Cuántas ganas y emociones graficándose en cada gesto y movimiento. El baile que se transformó en expresión de alegría y felicidad.

También hubo tiempo para disfrutar de un trago, que venía incluido en los $ 5 de la entrada y afogato, compuesto por café helado, barquillo, leche, cereza y licor marrasquino. Una delicia.