El último de los grandes escritores del Siglo de Oro español –y paradójicamente el primero en nacer al comenzar el XVII, siglo en que se inicia la decadencia hispana–, don Pedro Calderón de la Barca, contesta al terminar la última escena del segundo acto de su obra dramático-filosófica La vida es sueño, a una pregunta similar, pero más corta que la de este artículo. Dice así: “¿Qué es la vida? Un frenesí,/ ¿Qué es la vida? Una ilusión,/ una sombra, una ficción,/ y el mayor bien es pequeño;/ que toda la vida es sueño,/ y los sueños, sueños son”.

¿Cómo podríamos contestar en el Ecuador de comienzos del siglo XXI a esa pregunta, pero específicamente referida a la vida nacional? Me parece que la respuesta no podría ser dramática sino tragicómica. Y de ningún modo filosófica sino meramente descriptiva, con un símil más adecuado al mejor entendimiento de un público que rara vez, si acaso, se sienta en la butaca del teatro, pero cotidianamente lo hace frente al televisor. Por eso comparo la vida nacional con un interminable culebrón. Que me perdone don Pedro por esta mala parodia: ¿Qué es la vida nacional?/ Consabido culebrón,/ llanto, engaño y forcejeo,/ ni pa’lante ni pa’tras;/ marcha en el propio terreno,/ y otra vez a comenzar.

Lo digo con ocasión del culebrón tragicómico relativo al problema petrolero, al que anteanoche resolvió el Congreso Nacional añadirle un nuevo capítulo. Bajo un título que podría ser ‘Mendigos sobre el oro negro’, esa telenovela descriptiva de la vida nacional lleva años, décadas con un rating sensacional. En su capítulo más reciente el Ejecutivo envía al Legislativo un proyecto de ley para que el perro del hortelano, ¡perdón!, quise decir Petroecuador, busque un socio privado que invierta y haga lo que aquel no puede o no está capacitado a hacer, o sí puede y sí lo está, pero en la práctica no lo hace extraer debida y oportunamente más petróleo de sus yacimientos para solventar, en lo posible, la penuria nacional. El Congreso niega el proyecto, porque la mayoría dice que eso es “el atraco más grande de la historia” y le pide al Ejecutivo que envíe otro. No se pierdan el próximo capítulo.

Capítulos pasados de la misma obra fueron, asimismo, de llanto, engaño y forcejeo, como aquel del Oleoducto de Crudos Pesados (OCP), que demoró décadas de discusión, bajo el mismo pretexto de ser “el atraco más grande”, hasta que al fin se hizo. Entonces, justo cuando comenzó a subir el precio del barril del petróleo, empezó a bajar la producción, para cuyo aumento se construyó el oleoducto que faltaba... y que ahora sobra. Esto, tan tragicómico, es lo que dio origen al proyecto de “gestión compartida” que acaba de negar el Congreso por moción del MPD. Y que siga la telenovela.

Pero no es ese el único culebrón de los muchos descriptivos de la vida nacional. Allí está, por ejemplo, el de la educación, de mayor duración y devastación, bajo el exitoso patrocinio también del MPD. Y el del inefable IESS, monopolista esclavizante del seguro social. Y el de la generación eléctrica y tantos otros que sería muy largo apenas enumerar.