No hay posibilidad de una victoria total de Israel sobre los palestinos, de no tratarse de un genocidio total. Hay, no obstante, la posibilidad de largos ceses al fuego, con Israel en una posición moral y estratégica alta, de forma que pueda llevar adelante su vida.

En momentos en que los partidos derechistas israelíes están pasando por un desgarrador debate acerca de si deben aprobar la propuesta de Ariel Sharón para una retirada unilateral de Gaza, vale la pena recordar la experiencia previa de Israel en este terreno: su retirada unilateral de Líbano. Aunque esa retirada es recordada como un fracaso, merece ser rehabilitada. El retiro israelí de Líbano fue un gran éxito estratégico... por razones que Israel debe estar estudiando ahora.

Primero, algunos cuantos hechos: después de años de sangrienta guerra de guerrillas que Israel pagó muy caro en vidas y tesoro, el 22 de mayo de 2000, Israel se retiró unilateralmente del sur de Líbano hasta la frontera reconocida internacionalmente. El 27 de julio de 2000, la Organización de las Naciones Unidas aprobó la resolución 1.310, confirmando con ella que Israel había “retirado sus fuerzas de Líbano de acuerdo con la Resolución 425”.

Con esa retirada aprobada por las Naciones Unidas, Israel revirtió por completo su situación: pasó de aferrarse a una posición moral y estratégica incorrecta, a colocarse en una posición moral y estratégica correcta. Cuando Israel estaba ocupando el sur de Líbano estaba enredado en una guerra de guerrillas en la que nunca podría recurrir a su vasta superioridad militar. Estaba librando un mano a mano con el Hezbolá. Peor aún: cualquier ataque de Hezbolá contra Israel era visto por el resto del mundo como una resistencia legítima. Una vez que Israel se hubo salido de ese territorio, pudo usar su poder aéreo superior para tomar represalias contra los ataques de Hezbolá... y al mundo eso no le importó.

“Seguro”, dicen los críticos. “Pero los palestinos vieron la retirada israelí como una señal de debilidad y eso fue precisamente lo que generó su Intifada II”. Y bien, quizá los palestinos vieron demasiada televisión del Hezbolá, ese es su error. Pero yo les diré quién no interpretó mal la retirada israelí: la gente a la que estaba dirigida, Hezbolá, Líbano y Siria.

Hezbolá sabe que no puede lanzar ningún ataque en forma contra Israel desde Líbano sin provocar una represalia masiva en la que la fuerza aérea israelí destruiría todas las plantas de energía en Beirut. Esto daría por resultado que la ira de todo Líbano cayera sobre el Hezbolá, porque el pueblo libanés no consideraría legítimo un ataque no provocado de Hezbolá contra Israel, o que valiera el sacrificio que iba a generar, ahora que Israel está fuera de Líbano y la soberanía de Líbano ha sido restaurada.

“En todo conflicto, el grado en que un bando puede recibir respaldo popular y apoyo internacional, y el grado en que el pueblo puede soportar umbrales más altos de dolor, es algo que va en proporción al grado de legitimidad internacional para esa causa”, argumenta Shibley Telhami, catedrático de Estudios del Oriente Medio en la Universidad de Maryland. “En cuanto Israel se retiró de Líbano hasta llegar a la frontera reconocida internacionalmente, el factor de legitimidad se desplazó del Hezbolá a Israel. Esto puede parecer abstracto, pero no lo es”.

Cuando alguien tiene la legitimidad de su parte, su pueblo, y el mundo, lo apoyan más, y el pueblo del otro bando, y el mundo, lo apoyan menos. Cierto: la frontera entre Israel y Líbano sigue estando tensa, pero muy pocos israelíes han sido asesinados allí en cuatro años. Esa es mi idea de paz. No hay posibilidad de una victoria total de Israel sobre los palestinos, de no tratarse de un genocidio total. Hay, no obstante, la posibilidad de largos ceses al fuego, con Israel en una posición moral y estratégica alta, de forma que pueda llevar adelante su vida. En el norte de Israel actualmente, los israelíes pueden enfocarse en lo que desean, que es hacer microchips, dejando a los desafortunados habitantes del sur de Líbano –que están atrapados entre los obtusos regímenes sirio y de Hezbolá– dedicados a la elaboración de patatas fritas.

La lección para Israel es clara: si va a salirse de Gaza en forma unilateral, debe salirse completamente, hasta llegar a la frontera internacional que cuenta con la bendición de las Naciones Unidas.

No debe hacerlo a medias; de hacerlo así, terminará en el peor de los mundos posibles: todavía involucrada en una guerra de guerrillas, todavía sufriendo bajas, imposibilitado de recurrir a su superior poderío aéreo y siendo culpado por todo lo que ocurre. Gaza quizá resulte más fácil que Líbano, además, porque a diferencia de Siria y Hezbolá, la Autoridad Palestina y Egipto no tendrían interés alguno –después de una retirada israelí– en mantener a Gaza en ebullición. Porque eso daría poder a Hamas.

La derecha israelí insiste en que Israel está rodeado por enemigos implacables. Eso quizá sea cierto. Quizá, a la larga, Israel solo puede tener la esperanza de diferentes modelos de inseguridad con sus vecinos. De ser así, yo optaría por el modelo de Líbano. Salirse por completo hasta llegar a frontera internacionalmente legitimada, de las Naciones Unidas, y tratar con sus vecinos desde una posición moral y estratégica alta. El panorama es mejor... y es mucho más seguro allá arriba.

© The New York Times News Service.