Nací en Ecuador, pero por vivir muchos años en Estados Unidos adopté la ciudadanía norteamericana.

En Guayaquil me robaron la cartera en la que tenía mi cédula de identidad y, por ser extranjera, me vi obligada a viajar a Quito a la Dirección General del Registro Civil, Identificación y Cedulación, donde me dieron una copia certificada “índice o dactilar”, con la cual -me dijeron- el Registro Civil en Guayaquil me podía extender nueva cédula.

Nunca me imaginé que obtener un nuevo documento en Guayaquil sería un viacrucis: en la sección de extranjero me dijeron que debía ir a la Subdirección de Extranjería de la Gobernación para conseguir un permiso de cedulación; luego debí ir a la oficina de Inmigración, frente a la terminal terrestre, para obtener una certificación de permanencia legal en el país.

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Con esos documentos debí regresar al Registro Civil para que me den la cédula. Esto es, del sur debía ir al centro de la ciudad, luego al norte, y de regreso otra vez al sur.

En la Subdirección de Extranjería exigen que se presente una solicitud por escrito con copia del pasaporte y pagar $ 7. Allí se tomaron ocho días para conceder el permiso.

Analizando estos trámites, comprendo por qué está tan generalizado el pago de coimas y tramitadores; es más rápido y económico. Un pasaporte vigente, la copia certificada de la cédula extendida por la Dirección General del Registro Civil en la capital, y la declaración de robo en un juzgado, deberían ser suficiente documentación para que el Registro Civil de Guayaquil pueda extender una nueva cédula.

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Los trámites innecesarios deben suprimirse para evitar la corrupción en departamentos de gobierno.

Margarita Claudia Guerrero
Guayaquil