¡Qué malos que son los malos! ¡Cómo le han de pifiar así a Lucio cuando recién estaba en la primera etapa de su gira por todas las provincias del país! Verán nomás que con esto se desanima, cancela los viajes, se queda en Quito y priva así a las otras provincias de que también le pifien.

Mala estrategia me parece la de los cuencanos. Era de que le silben un poquito nomás, para que no se asuste. Así: psssfff.

¡Pero no pues piiiiiiifffff puufffff phhhhuuussstttt! Y es que con mesejante silbadera, el plan de gobierno que a Lucio se le había ocurrido después de la última crisis, puede venirse abajo. Nunca más va querer desplazarse para repartir cheques, hacer promesas, entregar computadoras dañadas e inaugurar las obras que ya estaban inauguradas, como esa del hospital de niños a cuya magna tercera inauguración fue personalmente a inaugurar.

Como le pifiaron tanto, el país corre el riesgo de quedarse sin obras. En Imbabura, por ejemplo, tenía previsto inaugurar el lago San Pablo. Pero después de la experiencia de Cuenca ya no lo va a querer inaugurar. Y por eso los imbabureños se van a quedar sin lago. Pero, sobre todo, van a quedarse sin posibilidad de pifiarle. ¡Qué pena! Y en Guayaquil iba a inaugurar el río Guayas. Pero ahora tampoco ha de querer inaugurar. Y así, en todas partes la gente que le espera con verdadera ilusión para pifiarle, va a quedar defraudada.

¡Ya lloro! No por ustedes que se quedarán con el silbo en la boca, sino por Lucio, que a este paso se va a convertir en un ermitaño dentro del Palacio y no va a animarse ni a salir al balcón para, desde allí, lanzar esas maravillosas proclamas a los que nos tenía acostumbrados. Va a terminar mustio, marchito, sombrío, mudo. Aunque mudo ya está, pero más mudo todavía de lo que ya está.

Y encima, totalmente enclaustrado, viviendo como un asceta. Ya ni a trotar sale, de miedo a que le pifien. Verán nomás que, como se siente tan aislado, tan pifiadito, tan rechazado, en una de sus nuevas mutaciones genéticas del clóset a las que tan propenso es, cambia su indumentaria Gucci por unas sandalias cafés, túnica verde con capucha y charreteras y crea la orden de los militares trapenses.
Así, en penumbra, ha de comenzar a recorrer en puntillas los cuartos del Palacio y cada vez que se encuentra con sus asesores les ha de decir, a media voz: “hermanos, que caer podemos”, para que ellos le respondan: “ya lo sabemos”.

¡Pobre Lucio! La única esperanza que nos queda es que él puede reaccionar positivamente porque es bien inteligente y va entendiendo las cosas poco a poco, conforme va aprendiendo a gobernar. Ahora, por ejemplo, dijo que los que le pifiaron son los opositores de su gobierno. ¡Qué descubrimiento! ¿Cómo se daría cuenta?