Dicen que en el Imperio Romano, aquel que se acercaba de cuando en cuando al emperador para hablarle al oído, tenía un lugar privilegiado en su entorno. Es que en medio de tanta algarabía y absoluto poder, la tarea de este era recordarle al gobernante, a cada rato, “eres mortal”.

De esa manera, se intentaba evitar que el emperador se sintiese un dios y actuase como tal en desmedro de sus súbditos. Medida práctica pero a la larga poco efectiva, y allí está la caída de ese imperio como muestra de que la soberbia pudo más.

Lucio Gutiérrez también tiene un personaje similar. Pero la escena es al revés. Está también en su entorno y su misión consiste en que, cada vez que el Gobierno tambalea con el Presidente dentro o fuera del país; o cuando lo pifian en directo, para al menos un centenar de países y miles de millones de personas, al enfocarlo la cámara de Trump en el Miss Universo, este personaje debe sacar de su maletín las últimas encuestas que le ha hecho, y que dicen que el Presidente tiene el 60% de aceptación de los habitantes del país. Lo que no dice, ni en las letras chiquitas ese estudio, es a qué país se refiere.

Arduo trabajo debió entonces tener aquel colaborador el lunes anterior en Cuenca, y en los diversos escenarios de esa ciudad donde estuvo el Presidente y donde fue objeto de las rechiflas de decenas, quizás centenares, de cuencanos inconformes con el trato que les da el Gobierno central.

Reclamo sonoro y despectivo de las promesas incumplidas. Rechazo implacable a los discursos ya muy repetidos, las cintas vueltas a cortar o los lindos quimonos lucidos junto al embajador del Japón, a riesgo de que lo vuelvan a confundir, como ocurrió en la boda real española, cuando la Televisión Estatal pensó que era el sultán de Brunei. Qué tal.

Esa encuesta gutural, sin embargo, debería dejar una reflexión profunda al Gobierno sobre lo necesario que es sintonizarse con las necesidades y prioridades de aquellos que, con diversidad de intenciones, se volcaron a las calles a verlo pasar.

Debe dejar esa encuesta claro también que el régimen disfruta ahora solamente de una oportunidad más que le han dado los políticos que manejan este país y que resolvieron solo hace dos semanas, no mover dedo alguno que provoque que el barco termine de hundirse.

Que estratégicamente parece seguir siendo importante para los Estados Unidos, sea por su vecindad con Colombia, sea por el Tratado de Libre Comercio o por su manifiesto apoyo a las tesis de esa potencia mundial.

Que los indígenas parecen estar en el momento más bajo de aquel proyecto político que vio plenamente la luz en 1990 con el primer levantamiento y que ahora parece haber perdido virtualmente toda su capacidad de convocatoria.

Porque si el año y siete meses transcurridos de su gobierno han sido de permanentes tormentas, es importante ahora que el régimen corrija su rumbo y achique el agua, aprovechando que todavía es útil para quienes intentan todo controlarlo. Pero, sobre todo, debe preocuparse en ser útil para el país.