Cierto es que algunos sectores de la sociedad quisieran que se discuta un modelo económico autárquico; pero no es así como se pronuncian los sectores sociales más dinámicos, que entienden que el mundo avanza hacia la integración comercial, y que el país no podría quedarse al margen, a menos que no nos interese nuestro futuro productivo.

La conducción oficial del proceso de negociación, sin embargo, no parece haber entendido ese sentimiento predominante en el país, puesto que en defensa del tratado que se discute con Estados Unidos sigue exhibiendo solo generalidades: las ventajas del libre comercio, las virtudes de otros acuerdos parecidos, etcétera, como si eso todavía estuviese en el centro del debate.

Al país ya no le basta con esas verdades archiconocidas. Lo que desean saber los empresarios, los trabajadores y los consumidores es si la negociación está avanzando por buen camino; si las exigencias de la otra parte son razonables; y si nuestro equipo negociador conoce los límites hasta los cuales puede ceder en cada tramo fundamental.

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Un tratado de libre comercio es siempre una oportunidad; una mala negociación es siempre un desastre. Aprovechemos lo primero, evitemos lo segundo.
Para eso solo hay un camino: transparencia e información oportuna.