He esperado que termine la temporada playera para que no se interprete mi queja como un rechazo al turismo en Salinas.

Soy asidua salinera desde que abrí mis ojos hace 65 años, cuando no se gozaba de luz y el agua era difícilmente conseguida a través de barriles arreados por burros. Con la llegada de la energía eléctrica despegó un desarrollo insospechado que, a mi manera de verlo, se les fue de las manos a las autoridades.

No se toman las medidas necesarias para el control del turismo, ni los servicios básicos a los que tenemos derecho, ni la seguridad. Salinas es un balneario que si bien se ha desarrollado de forma magnífica, hay que reconocer que ese desarrollo se debe única y exclusivamente a la empresa privada y a las personas que como yo cristalizamos el sueño de tener en la tercera edad un sitio donde descansar huyendo del bullicio de la ciudad, hoy en día cosa imposible de lograr.

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Lo que otrora fueran pacíficas playas, después de las 19h00 se han convertido en dormitorios públicos donde se consumen bebidas alcohólicas, drogas,  terminando a las 02h00 en grescas con heridos,  sin que haya quién ponga orden.

Los que repagamos impuestos al Municipio por un departamento al pie de la playa somos los más infelices propietarios imposibilitados de lograr un sueño reparador, sin tener siquiera acceso a cualquier tipo de seguridad.

Tenemos playas repletas de espectáculos deprimentes. Hace pocas semanas uno de esos grupos de antisociales abrió a puntapiés la puerta del ingreso de nuestro edificio, violando la propiedad privada enceguecido por el alcohol y estupefacientes.

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El caso no pasó a mayores por la oportuna intervención de la seguridad privada del edificio. No tuvimos respuesta a ninguna de nuestras llamadas de auxilio a la Policía.

Eso por el lado de la playa, veamos por el lado de la calle: todos los fines de semana se encuentra un motivo para organizar escandalosas fiestas. Los altavoces son de tanta potencia que el audio se oye a diez cuadras a la redonda. Es imposible oír la misa del sábado o lograr un sueño reparador. Generalmente esos espectáculos son auspiciados por marcas de bebidas alcohólicas, sobre grandes tarimas con vedetes y gritos de un animador que promueve el consumo masivo de esos productos.

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Salinas es un balneario que luce elegante pero se comporta como un pueblo inculto, con la venia del gobierno municipal. ¿Quién debe poner orden?

María Eugenia Plaza L.
Salinas