Los gobiernos locales en India están tan carcomidos por la corrupción y mala administración que no pueden proporcionar a los pobres las escuelas y la infraestructura que les son necesarias para recibir una parte justa del pastel.

El Wall Street Journal tuvo un artículo de primera plana el miércoles de la semana pasada que captó mi atención. Era acerca de cómo el movimiento antiglobalización parecía haber perdido ímpetu, y que la Policía no esperaba que el tipo de manifestantes violentos de finales del decenio de 1990 se hiciera presente en la cumbre del G-8 en Sea Island, Georgia, esta semana. Si usted desea comprender por qué el movimiento antiglobalización –que siempre ha sido una mezcla variopinta de grupos e ideologías– ha perdido su fuerza, debe estudiar las elecciones indias recientes. Y si los globalifóbicos desean entender cómo pueden ser relevantes de nuevo, también deben estudiar esas elecciones.

Para sorpresa de todos, las elecciones de India terminaron con la alianza derechista BJP de nacionalistas hindúes derribada del poder, para ser remplazada por la alianza proizquierdista del Partido del Congreso. Por supuesto, en cuanto el BJP (que hizo campaña sobre la plataforma de recibir crédito por la revolución de alta tecnología de la India) fue derrotado, los usuales sospechosos del movimiento antiglobalización declararon que eso era un claro rechazo popular de la estrategia india de globalización. Y es una interpretación totalmente opuesta a la realidad. Lo que los votantes indios dijeron no fue: “Detengan al tren de la globalización, deseamos bajarnos”. Fue: “Reduzcan la velocidad del tren de la globalización y constrúyanme un mejor escalón, porque quiero subirme”.

“Cada vez que un aldeano indio ve la televisión comunitaria y se transmite un anuncio de un jabón o de un champú, lo que percibe no es el jabón o el champú, sino el estilo de vida de la gente que los usa, el tipo de motonetas que usan, su ropa y sus casas”, dice Nayan Chanda, el editor nacido en India que es editor del valioso magazine en línea llamado YaleGlobal. “Ven un mundo al que quieren tener acceso. Estas elecciones tuvieron que ver con envidia, ira y aspiraciones. Fue un caso clásico de revoluciones que ocurren cuando las cosas se están poniendo mejor pero no con suficiente rapidez para mucha gente”.

De hecho, los aldeanos y campesinos indios son como todos los otros consumidores de hoy día: están mejor informados. Y parecían saber, instintivamente, por qué el énfasis de BJP sobre la tecnología de información no estaba llegando a ellos. Es porque los gobiernos locales en India están tan carcomidos por la corrupción y mala administración que no pueden proporcionar a los pobres las escuelas y la infraestructura que les son necesarias para recibir una parte justa del pastel. Las masas indias no votaron por una estrategia antiglobalizadora, votaron por (entre otras cosas) una estrategia eficaz de globalización. Sonia Gandhi, la líder del Partido del Congreso, pareció entender esto cuando eligió como primer ministro a Manmohan Singh, el ministro de Finanzas del Partido del Congreso, el hombre que primero puso a la economía de su país en la ruta de la globalización en el noventa. Su tarea ahora es hacer que la globalización funcione para más indios al hacer que el gobierno trabaje para más indios.

“Tanto el Congreso como sus aliados de izquierda estarían poniendo en peligro el futuro de India si extraen la conclusión errónea de estas elecciones”, dice Pratap Bhanu Mehta, un profesor indio de Gobierno, en un artículo publicado en The Hindu: “La revuelta contra los poseedores del poder no es una revuelta de los pobres contra los ricos; la gente común es menos tendiente a resentir el éxito de otras personas, pese a lo que piensen los intelectuales. Es más bien una expresión del hecho de que la reforma del Estado no ha llegado suficientemente lejos”.

Gurcharan Das, el ex director de Procter & Gamble en India, escribió en The Times de India que estas elecciones tuvieron que ver con un mejor gobierno local. “Lo que importa al rickshawala (conductor de una motoneta) es que los policías no se queden con una sexta parte de sus ingresos diarios. El granjero quiere tener un título limpio de propiedad de su tierra sin tener que sobornar al patwari (contador de la aldea). El aldeano enfermo desea que el médico esté allí cuando visite el centro primario de atención a la salud. Y el ama de casa no desea que el grifo de agua se quede seco cuando está lavando”.

Mis propios viajes recientes a India me han dejado convencido de que las fuerzas más importantes para combatir la pobreza en ese país en estos momentos son esos activistas que están luchando por un mejor gobierno local. El mundo no necesita que el movimiento antiglobalización desaparezca hoy...  simplemente necesita que el movimiento crezca. Tenía mucha energía y una gran capacidad de convocatoria. Lo que no tenía era una agenda real para ayudar a los pobres.

He aquí lo que debería ser esa agenda: ayudar a los pobres mejorando la gobernabilidad –rendición de cuentas, transparencia, educación y el imperio de la ley– en escala local, utilizando el internet y otras herramientas para llamar la atención sobre la corrupción, la mala administración y la evasión de impuestos. Quizá no sea tan sexy como protestar contra los líderes mundiales en la CNN, pero es mucho más importante. Pregúntenselo a cualquier aldeano indio.

© The New York Times News Service