Deportistas especiales, un ejemplo de que si se persevera se triunfa.

Solidaridad es lo que predomina en las VIII Olimpiadas Especiales Guayas. Solidaridad de padres, abuelos, maestros, hermanos, amigos para con los triunfadores de la vida, que han vencido muchas barreras para demostrar que son los campeones.

Campeones como David Macas (18), un chico riobambeño que nació normal, pero una encefalitis que lo atacó a los tres meses dejó secuelas en su columna y también lo privó de poder hablar. Hoy no ha crecido mucho y una xifoescoleosis lo obliga a usar un soporte desde su cuello hasta la cintura. Pero ayer, sonriente, con la ayuda de su madre, María Luisa Padilla, se despojó de él y corrió como un ganador.

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Ella cuenta que hace tres años dejó Chimborazo para buscar ayuda para su hijo. Acá consiguió un cuartito para morar y su esposo un trabajo. Dice que vive por David y lucha por él. Así como doña Yolanda Ruiz, que llegó en silencio a la pista del Modelo y dejó a Jorge Mejía, su hijo con retardo mental, al que en un rincón de la pista le aconsejó que deje los nervios a un lado.

Los mismos consejos le daba Johnny Reyes a su hermano mayor, el impaciente Gohet (40), a quien acompañaba porque su mamá, Atala García, estaba como coordinadora de las pruebas de ciclismo. Ella decidió ser voluntaria después de que su hijo recibió ayuda. Y es que Olimpiadas Especiales es como una familia. Todos se cuidan, todos se dan la mano.

Eso es lo que hace Pía Zambrano Haboud, en Salinas. Ella es madre de un joven con síndrome de Dawn, el nadador Gabriel Antón, con cuyo nombre creó una fundación a la que diariamente acuden más de 75 niños peninsulares.

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“Nos capacitamos para ser independientes”, es el eslogan con ella desea que los niños especiales pregonen desarrollando sus habilidades. Esa habilidad con la que el milagreño Jonathan Moreira (16) se ha vuelto un experto en ciclismo. Así lo dice su padre, Lupo, quien ayer lo apoyó mientras competía en las olimpiadas.

El señor prestó una bicicleta para seguirlo en el recorrido, pero su hijo no necesitó ayuda. Llegó feliz a la meta y el padre sonriente, porque Jonathan pedalea como campeón, después del trabajo que hace en Avinnfa, de Milagro, institución que por primera vez llegó a competir a Guayaquil.

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Así como él, en la piscina olímpica estaba don Carlos Ledesma siempre atento a lo que hacía su hijo menor que lleva su nombre y que con entrega aprendió a nadar, a tal punto que es un triunfador.

Tan triunfador como Luis Alberto Cajamarca (21) el chico que hace tres años cuando llegó a entrenar para competir en olimpiadas tenía muchas deficiencias, pero hoy con la ayuda de su mamá, Flor María, superó su incapacidad motriz e incluso acude a una escuela de educación normal. Y es campeón de pruebas de fondo. Todo porque encontró en su familia apoyo y en la sociedad la solidaridad para triunfar.