Los dirigentes de los ocho países más ricos del mundo (G-8) expusieron ayer sus divergencias sobre Iraq frente a las exigencias del presidente George W. Bush y pese a la unidad expresada en la resolución por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Tras conseguir el apoyo unánime de  Naciones Unidas, Bush exigió una mayor participación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en el  país árabe y la eliminación del 90% de la deuda iraquí.

Bush solo obtuvo la condonación de menos del 50% de la deuda iraquí que alcanza los 120 mil millones de dólares, mucho menos de lo que esperaba y sufrió las críticas de sus homólogos, expresadas por el presidente francés Jacques Chirac, que afirmó no creer que sea la vocación de la OTAN intervenir en Iraq.

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Francia y Alemania, al igual que España, se han opuesto a enviar tropas a ese país.

El Presidente de EE.UU. obtuvo un apoyo sin entusiasmo a su polémica iniciativa para la promoción de la  democracia en Oriente Medio. También fue Chirac quien encabezó las objeciones al decir que “los países de Medio Oriente y África del Norte no necesitan  misioneros de la democracia” y multiplicó las críticas a la política económica de EE.UU.

En otras resoluciones el G-8 se  comprometió a reducir el costo del envío de las remesas de los  emigrantes como medida para luchar contra la pobreza y a crear  una fuerza global para mantener la paz, que dentro de los próximos cinco o seis años superaría los 50.000 integrantes.