La percepción geográfica y sus investigaciones aceleran la revolución de sus certezas.

Nuestros geógrafos, abandonados de los estímulos y facilidades de la cultura oficial, si no fuera por entregas abnegadas y tenaces de sus valores personales y trabajos en equipo, estarían en vergonzoso mutismo.

Pero no es tan oscura esa realidad. José Hidrovo Peñaherrera realiza una benemérita labor de investigación, síntesis y difusión de avances geográficos.

Es un posta de esos que enorgullecerían a los altos maestros a quienes debemos emular, como mejor gratitud: Villacrés Moscoso, Huerta Rendón, Zevallos Menéndez.

Enlazada la Geografía con disciplinas que se dirigen a la sociología, la arqueología y la política internacional, en esos planos encuentra su identidad plena.

La tercera edición de un libro de Hidrovo Peñaherrera, lo enseña. Nos dice cómo en el carácter personal de la investigación es el espíritu del maestro el que vence las limitaciones del medio quejoso siempre de falta de apoyo. O cándidamente ilusionado cuando se ofrecen maravillas de fomento cultural desde instituciones centralizadas hasta lo inaudito y plácidamente mediocres en su inercia.

Geografía. Ecuador. El espacio y sus pueblos. Tal el libro que, en su altura de verdades es sólida base para una geopolítica ecuatoriana en la que Villacrés Moscoso y sus discípulos son inconfundibles.

La sección que Hidrovo dedica al problema limítrofe, a la historia de límites y a su ignominia, paso a paso señala tremendas verdades.

Notable es el dato que nunca olvidará el país: el 12 de octubre de uno de esos años trágicos, desde Guayaquil, Jacinto Velázquez Herrera rechaza de antemano la propuesta denigrante. “Aceptarla es insólito”, sentenció.

Se la aceptó. El Litoral, con voces de Ayala Núñez, Paula Moreno, García Feraud, Lima Paladines, Quiñónez Velázquez, cumplió su deber honroso e histórico.

El Colegio Americano, con tiempo, sembró en la juventud verdades cuando el panel unió las enseñanzas de Reynaldo Huerta, Gustavo Iturralde, Oswaldo Ayala e Hidrovo Peñaherrera.

Aparte de ese aspecto, este libro de firmes verdades sienta precedentes en las enseñanzas de qué son, en la estima moderna, el territorio continental, el país insular, la estructura económica auténtica del país y sus recursos.

Lo de la Antártida y la órbita geoestacionaria está para que nuevas vías de saber cambien la enseñanza de Geografía ecuatoriana.

Importa tomar en cuenta el acertado punto de vista del autor al comienzo del libro, reafirmando que Ecuador es –sin el artículo– la designación correcta del país.