Quiero referirme a las expresiones del alto representante de la Comisión Ecuménica de los Derechos Humanos, Juan de Dios Parra, vertidas en un programa de televisión.  Hubo dos, que son las que motivan la presente reflexión.

Primero, dijo que en el gobierno de (León) Febres-Cordero se cometieron abusos y atropellos contra los DD.HH. (Derechos Humanos); luego manifestó que considera que Febres-Cordero es un buen adversario porque es de los que mueren con las botas puestas, o algo así; más tarde se refirió a Pinochet como a un criminal.

Tales afirmaciones me llevan a algunas inquietudes: en materia de atropellos a los DD.HH., ¿cuál es el perfil que habría que tener para ser considerado un “buen adversario”? ¿Cuáles son los parámetros para medir y establecer diferencias entre los atropelladores de los DD.HH.? ¿Hitler, por ejemplo, sería también un “buen adversario”, considerando que “murió con las botas puestas”? ¿Un “buen adversario” es quien atropella menos que Pinochet y por eso este sí es un criminal (que definitivamente lo es)?

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Opino que lo racional sería pensar que en materia de DD.HH. no hay “buenos adversarios”; el atropello a las personas fue malo, es malo y será malo, venga de donde venga, y desde esta perspectiva no habría posibilidad de un calificativo como “buen adversario” para nadie.

Segundo, manifestó que él siempre estaba donde había problemas, y añadió una frase espeluznante: “…el olor a pólvora me apasiona”. Terrible expresión para cualquier ser humano, pero más para un representante de los DD.HH. Tal vez la idea que subyace es: “Me apasiona porque la pólvora generalmente está en las armas, las armas en los militares, las dictaduras, y aquí están los mayores atropellos a los DD.HH.”, pero ni aun así.

La “pasión” es sinónimo de vida. La pólvora, en este contexto, es sinónimo de muerte. La unión de ambos conceptos es chocante, y en labios de un defensor de los derechos a la vida, decepcionante.

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Paquita Calderón Acosta
Guayaquil