Por estos días se conoce que “el que mucho se va de Quito pierde su banquito” con todo y ‘yunta’, dicen por ahí, en el ‘foro de los patricios’.

Y ‘aura’, ¿qué pasará con el riesgo país, el Tratado de Libre Comercio, la imagen externa, las promociones mediáticas por las ‘misses’, los ‘mauricios’ con sus idas y venidas, cartas y sudores?
¿Y nosotros? ¡Chuta; otra vez a la cola de las urnas para la típica “fiesta cívica”!

Ojalá esta vez reformen la Ley de Elecciones y anulen la ley seca, así medio ‘chumados’ talvez escojamos mejor.

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Fabián Riofrío Corral
Quito
Ante el aparente fracaso del sistema presidencial en nuestro país se están planteando alternativas, como el régimen parlamentario.

Dicho régimen deriva del sistema monárquico constitucional donde el rey es jefe del Estado, pero no ejerce el gobierno sino un primer ministro designado por el parlamento, por lo que este puede ser reemplazado en cualquier momento si no lo desempeña en función de los intereses generales.

En América esto sería inédito, ya que en ningún país del continente funciona el régimen parlamentario. Es decir, considerando las amargas experiencias de los últimos diez años de vida institucional de nuestro país, en que se ha defenestrado a dos presidentes, y se pretende hacerlo con un tercero debido a la real o supuesta incapacidad para ejercer tales funciones, podría decirse que la calentura está en la falta de discernimiento de los electores que se dejan impresionar por cualquier actitud de los candidatos que aspiran a ejercer el poder.

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Por tanto, el régimen presidencial no es fácil sustituirlo, considerando que en nuestros países no existe tradición parlamentaria sino legislativa, y el parlamento, al ejercer indirectamente la función Ejecutiva, estaría desvirtuando la división e independencia de los poderes; además, ya conocemos a nuestros legisladores, quienes de por sí tratan de ejercer influencia en las entidades estatales. Cómo no sería si ellos eligen al jefe del gobierno, este iría condicionado a compromisos parlamentarios para no caerse al día siguiente.

Y si se elige a un presidente o jefe de Estado decorativo, que no ejercería el gobierno, ¿con qué objeto nuestros políticos se prestarían para tal papel, similar a los monarcas constitucionales modernos, quienes por tradición representan al Estado, pero no gobiernan realmente?
Lo que hay que hacer es culturizar políticamente a nuestros electores, muchos de los cuales votan aunque no sepan leer ni escribir. Otra alternativa sería solo el voto voluntario para quienes deseen conscientemente hacerlo, y no obligar a todos a votar, lo cual es ambiente propicio para que los nefastos populismos hagan su “agosto” electoral.

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Ab. Jorge Chambers Hidalgo
Guayaquil