Los presidentes latinoamericanos y la Unión Europea se reunieron en Guadalajara y suscribieron una declaración que a muchos observadores les sabe a tibio. Y los medios de nuestro país estaban ocupados en los escarceos, por igual livianos, de la política y de la belleza femenina.

La cita tuvo particular importancia. No significaba únicamente el encuentro con un bloque económico y político que hace poco se ha extendido a veinticinco países. Significaba también una mirada por más allá de los tratados de libre comercio que se discuten con Estados Unidos.

Y la evocación de los errores norteamericanos en Iraq subrayaron el carácter profundo del encuentro: construir la multilateralidad.

Una bocanada de aire por fuera del TLC. Porque las visiones unilaterales nos asfixian. Los diálogos con Europa contemplan la existencia y la organización de la sociedad, al contrario de lo que ocurre con el TLC o el Alca, que fragmentan o ignoran a la sociedad.

Convocan únicamente a un sector de ella, el empresario, como si esos tratados no fuesen a crear nuevas condiciones de desenvolvimiento de toda la sociedad. Son negociaciones tramposas, en las que el secreto es el escenario en el que se resuelven negocios, y no relaciones entre pueblos.

La Unión Europea recrea distintos escenarios a la vez, no únicamente con los estados sino con las instituciones privadas de desarrollo, con los grupos sociales organizados o las representaciones políticas de las nacionalidades en América Latina. En cambio, el TLC es una feria de mercaderes, nada más.

La naturaleza de las relaciones con Europa no significan, tampoco, que no existan desacuerdos o polémicas. Ni que Europa no calcule el tono de sus pronunciamientos (por ejemplo, dejar “diplomáticamente” al culpable de las torturas en Iraq sin nombre propio).

Como preámbulo para esta cita de Guadalajara, se reunió en Pátzcuaro, hace algunas semanas, un conjunto de organizaciones sociales latinoamericanas, y estableció los puntos débiles de las relaciones entre nosotros y la Unión Europea.

De acuerdo a las informaciones difundidas en el Ecuador por el último boletín de abril del Observatorio sobre la Cooperación, el foro de la sociedad civil reunido en Pátzcuaro subrayó la necesidad de la transparencia en todas las negociaciones internacionales que acarreen consecuencias sobre las poblaciones, ya sea en ese santuario, la Organización Mundial de Comercio, como en los tratados bilaterales como el TLC o los acuerdos entre la Unión Europea y los países latinoamericanos.
Igualmente, recoge la propuesta de la propia Unión Europea, de crear un Fondo de Solidaridad Birregional que permita atenuar los costos de los acuerdos comerciales sobre los países, a manera de promover la equidad social.

La declaración de Pátzcuaro insiste en uno de los mayores obstáculos, comunes a las negociaciones con Europa o Estados Unidos: la contradicción entre las acciones de cooperación para el supuesto “desarrollo”, y el mantenimiento de subsidios a las producciones de esos países, o protecciones arancelarias que impidan que el desarrollo ocurra para nosotros.

De los planteamientos a la Unión Europea evidentemente no escapa el más complejo: las políticas migratorias, que apenas fueron abordadas en Guadalajara.