Para eso harán falta –ya lo hemos dicho– decisiones radicales, a fin de alejar del régimen la sombra del escándalo. Ningún funcionario es indispensable, menos aún si no contribuye al propósito del régimen de luchar contra la corrupción.

Asimismo será necesario que el Gobierno demuestre su adhesión incondicional a las instituciones políticas: en eso radica, esencialmente, el respeto a la Constitución.
Los sectores democráticos de la sociedad pueden sentirse satisfechos de que en estos días la población se haya mantenido serena, a pesar de los irresponsables que propalaron públicamente toda clase de rumores (una falta que está penada por la ley). Pero eso no basta: hay que convertir ese sentimiento en la herramienta con la cual construir la estabilidad política que tanto anhelamos.