La semana pasada, en uno de los actos de Miss Universo, Gabriel Espinosa de los Monteros lo dijo al fin: “Taiwan”. Fue la primera vez, en esta larga cobertura, que un periodista de la Asociación Ecuatoriana de Canales de Televisión (AECT) supo traducir aquella denominación inglesa (y falsa) de Chinese Taipei, y llamar a la China insular por su verdadero nombre. ¿Qué tiene de extraordinario? Nada. Lo que pasa es que el nivel de la Asociación de Canales es tan asombrosamente bajo, que hasta cosas tan elementales se convierten en gratas sorpresas.

Y, digo yo, ¿es mucho pedir que los periodistas de la Asociación de Canales, que son los rostros de la televisión ecuatoriana, pronuncien correctamente los nombres de los países del mundo, en lugar de leerlos torpemente y como si los vieran por primera vez?

¿Es mucho pedir que un periodista de la Asociación de Canales sepa reconocer que el emblemático monumento de la Rotonda, quiero decir, el monumento más famoso de la República del Ecuador, representa el abrazo de Bolívar con San Martín y no con Sucre, como alegremente dijo uno?

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¿Es mucho pedir que un periodista de la Asociación de Canales que describe las maravillas históricas de Quito sepa reconocer la diferencia entre lo colonial y lo republicano? ¿Es mucho pedir que aquellos que pretenden enseñarnos la historia de nuestra arquitectura no metan al Teatro Sucre y a la Compañía en un mismo saco?

¿Es mucho pedir que los bordados de Zuleta sean identificados así, como bordados, y que nadie diga que son tejidos, como si diera igual una cosa que la otra? ¿Es mucho pedir que la conductora que debe hablar de Kenia sepa que la celebérrima tribu de ese país se llama masai, y no “mansai”?

¿Es mucho pedir, en fin, que un periodista de la Asociación de Canales sepa con exactitud de qué diablos está hablando? Parece que sí. Dije que el nivel de la AECT en este Miss Universo es bajo. Corrijo: es reptante.