Doña Juana y doña María habían salido al patio que compartían en una humilde vivienda interior para aprovechar los chorros de agua y lavar la ropa acumulada de la semana; mientras una enjuagaba, la otra tendía en los cordeles oreando los trapos al sol, ambas conversaban.

–¡Oiga, vecina, ¿escuchó la televisión anoche?

–¿Qué pasó? Yo solo vi Pasión de gavilanes y luego me quedé dormida.

–¡Ah, usted ni se entera!, el país se puede caer a pedazos y usted como si nada.

–Ay, lo que pasa es que usted vive hablando y quejándose de los políticos. Hay cosas más interesantes como el concurso de las misses. ¿Vio el vestido típico de la Miss Ecuador?

–¡Pero qué misses ni qué vaina! Si sabe que los políticos están hablando de que ya mismo se cae el Lucio.

–No me asombraría, aquí en nuestro país todos los presidentes se caen. Habría que hacer un monumento a los caídos.

–Pero este sería meteórico, apenas tiene un año y meses, se ha desgastado terriblemente.

–Por sus malas acciones. Yo ya no me hago mala sangre, todos estos presidentes son lo mismo, prometen y prometen y a la hora de la verdad se olvidan de quienes lo eligieron. Son igualitos a los enamorados...

–No salga con sus cosas. La verdad es que yo tenía esperanzas, él llegó como pueblo, junto a los indios y a los pobres y luego...

–Ay, vecina, usted siempre tan inocente, no coma cuentos. Pero, pensándolo bien, ¿no será que con Lucio se cumplirá aquello de quien a hierro mata, a hierro muere... ?

–Quién sabe, pero a este Presidente le ha faltado todo: capacidad, preparación, astucia y más que nada seriedad. Además, se ha peleado con todos, casi no tiene apoyo político, peor social. Gobierna solito con su familia.

–Pero él no se hace bola, sigue tan campante, mire que se fue a la boda real de Felipe y Letizia cuando el país estaba que ardía...

–Ay, vecinita, compréndalo, qué otra ocasión tendría en su vida para codearse con la nobleza, debe haberle hecho mucha ilusión.

–Sí y le fue tan bien que hasta lo confundieron con el Sultán de Brunei.

–¡Ja,ja,ja! Es que se lo veía tan bien, tan fino, tan bien vestido, tan exótico. Lo que pasa es que no lo comprenden. Aquí el Presidente actúa como las familias reales, vive de escándalo en escándalo.

–Usted dice por lo del ministro Acosta...

–¿Dígame usted si no es una novela de misterio descubrir cuáles serán los motivos por los que la Embajada norteamericana le quita la visa al ex ministro Acosta y a su esposa que solo es una pobre ama de casa...?

–¡Qué interesante!, ¿por qué será?

–¿Y dígame si no será interesante saber qué sucederá con las escandalosas coimas de Petrocomercial?

–También, verdad.

–Y ver qué va a hacer este Presidente viajero para sostenerse en el poder sin apoyo político ni fuerzas sociales que lo sostengan...

–¡Oiga, esto está mejor que las series de Rolando Panchana.

–Bueno, así es la vida política de este país: un misterio, nadie sabe qué va a pasar...

–Mire vecinita, yo no me hago problemas. Cayó Abdalá, mi vida siguió igual y hasta desmejoró. Cayó Mahuad y el problema siguió. Así que sin Lucio o con él, todo será igual.

–¡Ay, vecina!, por eso es que no progresamos, con criterios como el suyo el país se hunde...

–¿Más de lo que está? Mire, hablemos de otra cosa, ya se me dañó el hígado...