Resulta que ahora se especula que Jamil Mahuad no solo consultaba con videntes que supuestamente le anticipaban lo que iba a ocurrir en el escenario político del país, específicamente en los tiempos en que era gobernante, sino que también aconsejaba a su amigo Fujimori que haga lo mismo, es decir que mantenga extensas conversaciones con aquellas adivinas, encargadas de predecir el futuro.

Más allá de la veracidad o no de tal información, desmentida naturalmente por cercanos colaboradores de Mahuad, lo cierto es que en medio del folclore y de la creencia, la predicción del futuro se fue constituyendo, a lo largo de la historia, en una especie de imán irresistible para ciertos gobernantes, algunos de  los cuales se dejaron guiar e influir por los consejos y advertencias de las pitonisas de turno, convertidas en cuasi funcionarias de Estado.

Tal práctica, registrada desde épocas inmemoriales, puede resultar atractiva aún en nuestros días; en el caso del presidente Gutiérrez ¿cómo no verse tentado a que alguien le presente una perspectiva más clara de lo que podría ocurrir en el transcurso de las próximas semanas, si continuará en su cargo, si resistirá el acecho de sus adversarios, si seguirá repitiendo los mismos errores de siempre?
Pero como esto de las adivinas se puede prestar para la confusión, resultaría preferible que los gobernantes se rodeen con verdaderos consejeros políticos, que sin llegar al extremo de lo que está tan de moda en los países del primer mundo –los llamados futurólogos políticos–, se encuentren en capacidad de pronosticar los cambios y las modificaciones en el contexto político, social y económico del país, a base del estudio y análisis de ciertos indicadores que son considerados en un contexto para luego emitir una teoría, que bien puede ser asumida como sugerencia. Inevitablemente, aun los consejeros-futurólogos pueden cometer crasos errores en sus proyecciones y análisis, tomando en cuenta la movilidad de la naturaleza política que produce hechos no previstos ni queridos por los gobernantes. Mas, cuando el trabajo es realizado de forma profesional, los márgenes de error se reducen ofreciendo visiones claras del futuro político.

Por eso es que si Mahuad, en su momento, hubiese contado con ese tipo de asesoría política, posiblemente la historia de su gobierno hubiera sido distinta, recogiendo y aceptando las sugerencias realizadas. En el caso de Gutiérrez, no hay que romperse mucho la cabeza para haber pronosticado el actual turbulento escenario, luego de los continuos errores de manejo político del círculo estrecho del gobernante, razón por la cual es posible también augurar los días difíciles que vendrán en medio de la comparsa política y del debilitamiento institucional, lo que permite anticipar el progresivo resquebrajamiento de la vivencia democrática, a punto de convertirse en superstición antes que en ciencia.

Ese es el problema. En este país, como posiblemente en muchos otros de la región, el futuro no es complicado de predecir, pero para aquello se necesita aplicar ciencia, no invocar superstición. Y estamos haciendo precisamente lo contrario.