Recordamos hoy el episodio del 28 de mayo de 1944, con el valor de una verdadera revolución para muchos historiadores, sociólogos y politólogos de años pasados y contemporáneos en nuestro país.
Pero existen otros estudiosos e investigadores que le niegan aquella categoría e incluso no están de acuerdo con el adjetivo de La Gloriosa, con que muchos simpatizantes se refieren a la jornada de hace 60 años.
Pese a esos criterios encontrados es indiscutible que aquel movimiento popular puso fin al cuestionado gobierno del Dr. Carlos Alberto Arroyo del Río, elegido para el periodo constitucional 1940-1944.
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No debemos olvidar que civiles y militares se unieron para preparar y culminar el movimiento, destinado a la recuperación de las libertades públicas, la lucha contra la crisis económica de entonces, etcétera.
Por el triunfo de la revolución de mayo de 1944, gracias al aporte de todas las fuerzas políticas del país, hubo la creación de instituciones importantes para el desarrollo cultural y político de la nación como la Casa de la Cultura Ecuatoriana, la Confederación de Trabajadores y la Federación de Estudiantes Universitarios del Ecuador.
Notables figuras
Para el triunfo del pronunciamiento popular de mayo de 1944, que tuvo la participación de obreros, militares, intelectuales y pueblo en general, trabajaron con ejemplar entusiasmo Francisco Arízaga Luque, Aparicio Plaza, Pedro Saad, Enrique Gil, Manuel Agustín Aguirre, Sergio Enrique Girón y otras relevantes figuras políticas de la época.
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Fue el domingo 28 de mayo de 1944 cuando la guarnición de esta plaza dio el golpe decisivo y puso fin a la llamada “dictadura constitucional” del Dr. Arroyo del Río, que se mantenía inflexible por el apoyo de Aurelio Aguilar Vásquez, ministro de Gobierno, y Manuel Carbo Paredes, jefe de la Seguridad Nacional.
Tareas complementarias
Tras los sangrientos hechos que ocurrieron en nuestra ciudad, la Junta de Guayaquil con sus asesores y el buró de Alianza Democrática Ecuatoriana (ADE), que trabajó en la capital, congregaron a los forjadores de la causa revolucionaria para formalizar y ampliar los alcances de aquella.
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En Quito y otras ciudades hubo adhesiones inmediatas al pronunciamiento guayaquileño; el Dr. Arroyo del Río renunció al cargo y solicitó asilo en la Embajada de Colombia.
José María Velasco Ibarra, convertido en figura de los hechos posteriores, cruzó la frontera norte y entró en Quito, donde prácticamente asumió el rol protagónico del triunfante movimiento y luego vino a Guayaquil en pos de la ratificación de respaldo que había gozado por la causa común a la que él también propugnó.
El Dr. Velasco Ibarra convocó a la Asamblea Constituyente, que dictó la famosa Carta Fundamental de 1945, que al decir de políticos y constitucionalistas promovió el desarrollo del Ecuador debido a sus artículos de avanzada.
Penosamente hubo hechos que empañaron y perjudicaron los alcances de la decisiva jornada, cuya solidez se debilitó por las actuaciones irreflexivas de quienes se alejaron de los altos postulados que un día la inspiraron.
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