Miembro de la etnia kichwa huyó de su comuna luego de que  incendiaron la casa de su padre.

Hasta ahora Orli Illanes no encuentra explicación para lo que ha sucedido desde que denunció, el 11 de abril pasado, que un grupo armado rondaba cerca de su casa, en las orillas del río Conambo, en Pastaza, cerca de la frontera con Perú. Mucho menos para verse indefenso, solo, ante las cenizas de la casa de sus padres y no tener más remedio que escapar.

Dice que apenas vio a las supuestas fuerzas irregulares, fue con esa información al destacamento militar ecuatoriano El Tigre, ubicado a media hora en lancha a motor desde su comunidad, Garzayacu. No sabía que a partir de ese momento iba a suceder una serie de hechos con un  efecto tipo dominó. Desde movilizaciones del Ejército, hasta el inexplicable incendio de la casa de sus padres.

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El Ejército se puso en alerta. El 17 de abril organizó una operación de “barrido”, que en la jerga militar significa rastreo de un área determinada. En él participó un contingente de 300 efectivos de la Brigada 17 Pastaza.

Luego, el 30 de abril, conforme un plan estratégico de la unidad militar, se obtuvo una orden de allanamiento para inspeccionar la comunidad de Yanayacu, casa por casa.

Illanes, mientras tanto, continuaba en Garzayacu. Tiene 22 años y seis hijos que mantener. El lunes 10 de mayo, mientras regresaba de la chacra con la yuca con la que su mujer prepararía la chicha, vio una columna de humo a lo lejos. Inmediatamente, reaccionó. A esa distancia estaba la casa de su padre, Alfredo.

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Sus brazos potentes recogieron algunos de los restos, que no eran muchos. No pudo hacer nada más. Solo ir en busca de su padre. Dijo que jamás lo había visto llorar, desde sus recuerdos más lejanos, “cuando taita Alfredo tenía el cabello negro”. Sucedió en ese lunes de desesperación, ahora taita Alfredo tiene la cabellera totalmente blanca.

Orli fue nuevamente al destacamento El Tigre. Pero este indígena kichwa asegura que no lo ayudaron, que le dijeron que ellos cuidaban “el destacamento, no las comunidades”. En sus noches de insomnio obligado, en las que se pasaba despierto para cuidar a sus hijos, no tuvo más opción que emprender viaje, dos horas en canoa, por las aguas del Pindo, para llegar a Yanayacu, comuna de su misma etnia.

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La gente de Yanayacu es amable. Son seis familias que trabajan para mantener el ecosistema. No cazan en zonas reservadas, tienen semilleros de plantas nativas para medicinas. Se respeta el bosque.

En Yanayacu recibieron a los Illanes, a toda la familia incluidos los abuelos. Fueron a la casa del presidente de la comuna, Jorge Dagua. Una vez instalados, Orli se enteró de que luego de su testimonio se había armado un operativo y que, el 30 de abril, los militares llegaron en busca de armas.

Quienes conocen a Orli Illanes dicen que hay muchas contradicciones en sus palabras. Mientras que él lo único que intenta es olvidar todo. Hacer como que nada hubiese pasado y regresar a su chacra, en Garzayacu. Aunque sabe que no será tan fácil.