Mucho leemos y escuchamos a diario de las medidas de seguridad que se están tomando en Guayaquil, pero es lamentable que justamente en Salinas, lugar en donde se concentran las tres fuerzas de defensa del país (Aérea, Marítima y Terrestre), se paseen los maleantes sembrando el terror en la Península.

No se trata de pequeños estruches en villas abandonadas, sino de asaltos perpetrados por bandas fuertemente armadas, que ingresan a robar a negocios y casas, torturando física y psicológicamente a sus víctimas. No hay suficientes denuncias, porque seguramente los perjudicados temen hacerlas por represalias, pero eso no significa que no exista el problema. Además, los mismos policías dicen que temen por sus vidas, que no les pagan sus sueldos, que no pueden perseguir a los ladrones porque no tienen gasolina sus vehículos ni balas sus pistolas. ¿Qué es necesario que suceda, o a quién, para que se ordene que los militares salgan a contrarrestar a la delincuencia?

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