Cuando la nave parte, viaja al futuro. Su rumbo, aunque planificado, no estará libre de incertidumbre, obstáculos, trabas o inconvenientes. Siempre se presentarán contingencias y eventualidades.

Cualesquiera actividades que las empresas de negocios, organizaciones e instituciones realicen buscando sus objetivos, deben ser planificadas; su actividad total debe contar con una metodología para percibir y analizar los cambios que han sucedido referentes a su actividad que necesariamente influenciarán en su futuro, y en aquellos que pudieran venir y que podrían tener un impacto en su vida o en sus actividades.

A propósito, ¿cuántos de los empresarios en el país se han interesado por el futuro frente al TLC? De no ocurrir alguna contingencia, el Tratado va. Se producirán cambios fundamentales: la economía de Estados Unidos busca dominar a la de los países fuera del control de la UE, Asia y, por sobre todo, de China, que arremete contra los paradigmas del desarrollo, la tecnología, la economía y hasta las culturas occidentales. Así es que por el momento el TLC –que es el mejor para que el Gobierno nuestro cambie lo que haya que cambiar– es un proceso de tanteo, defensivo, y más tarde, cuando se produzcan dos situaciones que están por venir –las elecciones en Estados Unidos y el fin incierto de la invasión coaligada a Iraq– se verá que el paradigma armado después de que cayó la URSS cambiará totalmente. Dejará de ser lineal.

La innovación sistemática y la ventaja competitiva, a partir de ahora, no son tantos inventos, prácticas y principios o reglas. Muchos productos conocidos serán identificados por el lugar en que el producto está fabricado: Made in China, Japón, Brasil, Inglaterra, España, etc. El esoterismo de una marca no funcionará; desaparecerá, al igual que las fronteras. La tecnología pasará a ser propiedad de todos. Solo permanecerá el conocimiento que cada cual logre como producto de su práctica o su experiencia. Será la próxima ventaja competitiva. No hay que esperar hacerlo cuesta arriba...

Los países que esperan que sus gobiernos sean los que marquen la competitividad global, pronto se decepcionarán. Porter, el padre de la ventaja competitiva, refiriéndose a la intervención de los países expresó que “no hay una estrategia competitiva universal, y que esta tiene que venir dada por cada actividad en particular”.

Estados Unidos querrá terminar pronto la guerra en Iraq, para entrar en la guerra comercial que significa el TLC. Para América Latina, por ejemplo, es crucial que comprendamos muy bien lo que tal instrumento significa. No se puede pasar por alto el hecho de que la mayor parte de las economías de estos países, aparte de deficitaria, está dolarizada y dependiente del FMI. (Napoleón expresó alguna vez que la forma rápida de dominar un país es controlando su moneda).

El TLC cambiará estructuras fundamentales; Estados Unidos busca el dominio global de los países que están fuera del control de la UE, Asia y por sobre todo de China e India. Tampoco se puede pasar por alto que los mercados cambiarán cuando se produzcan aquellas dos situaciones que están por venir: las elecciones en Estados Unidos y el fin incierto de la invasión a Iraq.

El desafío para la empresa privada está presente. La ventaja competitiva es cuesta arriba...