Un día como hoy, 26 de mayo, en 1821, aparece en Guayaquil el primer ejemplar de El patriota de Guayaquil,  publicación que marca el comienzo del periodismo en esta ciudad y que se mantiene viva durante catorce semestres con una frecuencia quincenal. En el Prospecto, hojita que le precedió, se lee: “Conciudadanos, concurramos todos al bien, libertad y tranquilidad de la Patria; que se sofoquen las pasiones particulares y salvar a la Patria sea la única pasión de los verdaderos patriotas”.

La conmemoración de la Batalla del Pichincha, la evocación de nuestra Independencia, la entrega de símbolos patrios a los mejores estudiantes en escuelas y colegios, no pueden sino transportarnos a un escenario de reflexión, de meditación, de compromisos y también de análisis y críticas en el interior de nuestra vida seudodemocrática. Durante el último feriado estuve en la provincia morlaca; el clima hizo lo posible para ofrecernos sus mejores galas: soles radiantes, ligeras lloviznas, claroscuros fascinantes, una noche de luna pocas veces vista (sábado 22). El paisaje serrano en días de sol cargado de nubes caprichosas es espléndido; esto mismo, admirado desde las lagunas de El Cajas, es sencillamente excepcional. En este ir y venir por nuestra geografía, contemplando cómo las carreteras se deterioran y cómo galopa la irresponsabilidad de autoridades nacionales de vialidad, entre huecos y baches, medité sobre temas que ahora comparto con ustedes:

– No es posible que veamos desmoronarse la escasa organización de nuestro Estado y seamos meros espectadores de fracasos que se ven venir; grupos minúsculos, partidos políticos por demás conocidos y algunas funciones del Estado se han dado cita para clavar el último estoque; unos buscan el cambio de gobierno y lo hacen a gritos; otros prefieren seguir como estamos. Sin embargo, no vemos que se unen las fuerzas políticas para “salvar a la Patria”.

– ¿Qué pasa con nuestros militares? Se escandaliza demasiado al pueblo ecuatoriano con presuntos abusos dentro de la administración castrense; han instaurado juicios y poco o nada se ha sabido, al final, sobre inocentes o culpables.
El pueblo está perdiendo su confianza en las Fuerzas Armadas, así dicen las estadísticas. Además de los viajes de Semana Santa que ahora son investigados, otro escándalo: el movimiento pro coroneles, compañeros del Presidente. Alguien debe frenar este desmoronamiento interno de nuestros hombres y mujeres armados; las Fuerzas Armadas son vitales para el buen funcionamiento del Estado dentro del sistema político actual, pero deben ser honestas como la mujer del César: a más de serlo, deben aparentarlo.

– Grave error pensar que los bienes del Ministerio de Energía, del Banco Central, aquellos en manos de las Fuerzas Armadas, etcétera, son para cubrir las necesidades privadas de quienes integran estos organismos. Es hora de revisar reglamentos, instructivos o disposiciones emanadas dentro de cada uno de estos organismos y examinar si cumplen con el requisito mínimo de equidad y de delicadeza frente a quienes trabajan también para el Estado en otras dependencias que carecen de jugosos ingresos; peor aún, cuando estos instrumentos legales han sido reformados para dar paso a pedidos totalmente reñidos con la tradición y espíritu de nuestras normas.