Detalles de la boda real, captados por una periodista ecuatoriana que estuvo dentro de la iglesia  donde Letizia y Felipe se hicieron esposos el sábado pasado.

De nada sirvieron las docenas de huevos que los novios y el pueblo madrileño llevaron a las monjas clarisas,  para que –según dictan sus creencias– no lloviera el día de la boda real entre el príncipe Felipe y Letizia Ortiz. Los 27 grados de los que habían disfrutado los días anteriores bajaron a 12 y el sábado pasado hacía frío en Madrid.

En el Palacio de Congresos, la sede para la prensa española e internacional, la Casa Real dividió a los periodistas por números. Las redactoras locales criticaban el vestido que la princesa Letizia llevó en la cena del viernes. “Si llevó rojo para la boda de Federico de Dinamarca, debió haber usado un color fuerte también, no color plata”, dijo la reportera de La Vanguardia,  María del Carmen Alcázar.
Rosas fucsias y blancas adornaban el corazón de las plazas madrileñas.  En la Gran Vía, arreglos de almendros blancos y pancartas que caían de los edificios y esculturas vanguardistas reposaban en la calzada.

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Cuarenta periodistas se ubicaron al lado izquierdo de la Catedral, cerca del coro, para presenciar la ceremonia religiosa.  Entre españoles y corresponsales del diario  La República de Italia y  Le Sour de Bélgica, estaban los de los diarios El Comercio de Perú y EL UNIVERSO de Ecuador. 

La alfombra roja era para uso exclusivo de los invitados. Cartuchos y rosas blancas colgaban de los pilares de la catedral de la Almudena.  A los lados del altar mayor se ubicaron sillas rojas de terciopelo para la realeza española y asientos en brocado dorado para la familia de Letizia Ortiz Rocasolano.

Jordy Pujol, ex presidente de la comunidad catalana, fue uno de los primeros en llegar. Lo siguió el tenista español Juan Carlos Ferrero y el astronauta español Pedro Duque. Escritores como Mario Vargas Llosa y Arturo Pérez-Reverte, cantantes como Plácido Domingo y Miguel Bosé, también asistieron a la boda. 
Mientras los helicópteros patrullaban el cielo gris que cubría a la Almudena, llegó Carolina de Mónaco.  También el actual jefe de Estado español, José Luis Rodríguez Zapatero y, a las 10h20, el presidente ecuatoriano Lucio Gutiérrez y su esposa, Ximena Bohórquez. Dentro de la Catedral el murmullo de los invitados no cesaba. Se saludaban, analizaban sus trajes, dialogaban. Tocados, sombreros, pamelas, trajes bajo la rodilla en colores primaverales, se desplegaban sobre la alfombra roja. 

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Cuando el príncipe Felipe ingresó del brazo de su madre, la reina Sofía, las voces de la Almudena se esfumaron.  Lucía el uniforme de gran etiqueta del Ejército de Tierra.

Entró la familia real española. Los invitados se sentaron luego de que lo hizo el rey Juan Carlos.  El príncipe Felipe permaneció de pie esperando a su prometida, mientras lanzaba sonrisas cómplices y nerviosas a sus hermanas, las infantas Cristina y Elena. La lluvia y las campanas le dieron la bienvenida a Letizia Ortiz,  20 minutos después.  Un Rolls Royce llevó a la novia hasta el pie de la Catedral.
Cuando ingresó,  los 1.600 invitados parecieron enmudecer nuevamente.  “¡Qué guapa!” se leyó en los labios del Príncipe, desde los monitores instalados cerca del coro.  Su vestido no enloqueció a la crítica. “No pasará a la historia”, comentaban.  Sorprendió en ella un rostro poco emotivo, el maquillaje pálido en una expresión algo nerviosa.  Felipe le pasó discretamente un pañuelo que ella no soltó.

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Cerca de las 11h50 llegó el momento del matrimonio.  La pareja se juró fidelidad,  luego de que Felipe  recibió la venia de su padre. Se entregaron los anillos y las monedas de oro, símbolo de la prosperidad, antes de salir a saludar al pueblo que se protegía de la lluvia.