La pregunta que el país se hace, en estos momentos, es si los dirigentes políticos mantendrán la calma política de los últimos días por mucho tiempo. Al terminar la semana, varias declaraciones altisonantes hicieron temer que pudiese ocurrir lo contrario.

¿Se justificaría que nuevamente estallase la beligerancia irracional de períodos recientes?

Tal pregunta no puede ser contestada en abstracto. Si lo que estuviese en debate fuesen los grandes trazos políticos y económicos por los que el país desea encaminarse, obviamente que no se podría rehuir la polémica.

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¿Estamos bien orientados en la negociación del TLC? ¿Estamos haciendo lo correcto y con la prisa necesaria en materia petrolera? ¿Estamos avanzando lo suficiente para corregir las deficiencias de la seguridad social?

Pero si las diferencias se reducen a los actos de tal o cual dirigente político, entonces lo que corresponde es simplemente seguir los procedimientos establecidos en la Constitución y las leyes.

 Es allí, en los tribunales de Justicia, en el Congreso o en los organismos de control, donde tales asuntos deberán ventilarse, sin hacer de eso el casus belli que encubra enemistades personales.

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Solo cuando los organismos correspondientes se pronuncien, entonces se podrán pedir sanciones, tan enérgicas como corresponda. Hasta tanto, no tiene sentido seguir arrastrando al país a un abismo solo para demostrar que tal o cual acusación contra tal o cual persona es cierta o falsa.