¿Acabará todo para nosotros el día de nuestra muerte? Así creen la mayoría de las personas, si es así, ¿Vale la pena vivir?

El evangelio que nos presenta la liturgia de este domingo, llamado de la ascensión del Señor nos dice otra cosa; el texto se refiere a lo que Jesús les dijo a sus discípulos después de su resurrección: “Así estaba escrito, el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos, al tercer día y en su nombre se predicara la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén y vosotros sois testigo de esto, yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto”.

Con su muerte, Jesús no solo había asumido el perdón de todos los pecados del mundo, sino que prometía el envío de su propio espíritu para llevar a cabo lo que solo Dios podía realizar, enseñarnos con su vida el verdadero camino de la plenitud humana.

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“Después los sacó hacia Betania, y levantando las manos; los bendijo y mientras los bendecía se separó de ellos (subiendo al cielo)”. Este es el momento en que Jesús es glorificado y llegará a su plenitud, ya no tendremos que buscar a ese Jesús en cuerpo palpable, nos deja su espíritu. En la antigüedad el subir al cielo era la aspiración más grande del hombre y al hacerlo como el Maestro, se alcanza el objetivo supremo como ser humano, Él es nuestro modelo a seguir.

“Ellos se volvieron a Jerusalén con gran alegría y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios”.

Cuando Jesús asciende a los cielos, a nosotros como humanos nos resulta difícil comprender, la alegría que los discípulos experimentaron al recibir su bendición y verlo partir; ahora sabemos que ellos descubrieron el verdadero sentido de la vida humana, cuando esta, se vive de las enseñanzas del Maestro, quien a su paso por el mundo llegó a entregar su vida para que nosotros vivamos la nuestra plenamente.

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Con esta presencia del espíritu, va a cambiar la vida de sus discípulos llenándolos de fortaleza. ¿Nosotros, cambiaremos algún día de actitud, como lo hicieron sus discípulos? Solo con este cambio podremos considerarnos verdaderamente cristianos.