La cumbre árabe de Túnez fue clausurada este domingo con el compromiso de los dirigentes árabes de llevar a cabo reformas políticas, sociales, económicas y educacionales, en consonancia con sus valores religiosos y según sus condiciones y posibilidades.
 
El documento final fue suscrito por veinte países miembros y la Autoridad Nacional Palestina (ANP), ya que Libia abandonó la reunión durante la primera sesión y anticipó nuevamente que dejará la organización.
 
Los dignatarios árabes pusieron también sus iniciales sobre un documento acerca de la reorganización de la Liga Arabe, aunque las decisiones han quedado aplazadas hasta la cumbre que se celebrará en Argel el próximo año.
 
Para satisfacer una exigencia de Siria, el documento sobre las reformas se denomina "Proceso de desarrollo y modernización" y afirma que éstas "deben proceder del propio interior" del mundo árabe y sin injerencias, en alusión al proyecto estadounidense de "Gran Oriente Medio".
 
Aunque la Liga Arabe no rechazó tácitamente ese proyecto, que será presentado por el presidente George W. Bush en la próxima cumbre del grupo "G-8", en junio, los árabes no lo consideran apropiado para aceptarlo en todas sus coordenadas.
 
"Las reformas deben ser el hecho de los países árabes" con sus propias particularidades, subraya la resolución adoptada por la cumbre, en la que aparece, asimismo, el compromiso de profundizar la democracia.
 
La Liga Arabe condenó también el terrorismo y afirmó que los países árabes siguen dispuestos a combatirlo bajo los auspicios de la Organización de las Naciones Unidas.
 
A propósito del conflicto entre palestinos e israelíes, la "Declaración de Túnez" con la que se clausuró la cumbre, innova al condenar sin distinción la violencia contra los civiles, tanto palestinos como israelíes.
 
"Condenamos las operaciones militares contra los civiles y los dirigentes palestinos, y condenamos las operaciones contra los civiles sin discriminación", subraya la declaración, lo que a juzgar de uno de los participantes constituye un hecho sin precedentes en la historia de la Liga.
 
En el capítulo sobre terrorismo, la cumbre expresa sin embargo la necesidad de diferenciar entre las acciones terroristas y "el derecho legítimo de los pueblos a condenar el colonialismo".
 
La declaración pide a la comunidad internacional que redoble de esfuerzos para una solución justa, global y duradera del conflicto entre árabes e israelíes conforme a la iniciativa presentada por Arabia Saudí en la cumbre celebrada en Beirut en 2002.
 
El plan saudí contempla el reconocimiento de Israel por los países árabes a cambio de que el Estado judío se retire de todos los territorios que ocupó en la guerra de 1967, incluido el sector oriental de Jerusalén.
 
Añade que la cuestión de los refugiados palestinos debe ser resuelta en conformidad con la resolución 194 de la Asamblea General de la ONU, que recaba el derecho a regresar a sus tierras de origen.
 
El documento final de la cumbre incluye una referencia a las armas de destrucción masiva, al abogar por su eliminación total en Oriente Medio, aludiendo explícitamente a Israel.
 
A propósito de Iraq, la cumbre subraya la necesidad de que se preserve la unidad de su territorio y su soberanía nacional e independencia, comprometiéndose a respetar el principio de no injerencia.
 
Los dirigentes árabes denuncian los "crímenes y actos inmorales e inhumanos" perpetrados por "los soldados de la ocupación" contra los detenidos iraquíes, y exigen que los autores de esos actos sean juzgados y castigados.