Casi dos décadas después del fin de la guerra fría, Latinoamérica vuelve a ser escenario de disputas de influencia, no ya ideológicas ni militares, sino comerciales y, en algunos casos políticas, y esta vez entre Estados Unidos y Europa.
 
 Aunque hasta hace poco EE.UU. llevaba la delantera, con cumbres periódicas de los Jefes de Estado de toda la región desde 1994 y la intención de crear una de las zonas de libre comercio más grande del globo, la Unión Europea (UE) recupera terreno y va ganando socios y adeptos para su modelo de integración más social.
 
Cuba es uno de los ejemplos, ya que mientras EE.UU. endurece el bloqueo a la isla con la crítica permanente a la situación de los derechos humanos, la UE ha optado por una política de ayudas al desarrollo, si bien desde hace un año la relación se ha resentido por la represión de la disidencia en la isla.
 
Y mientras el ambicioso proyecto de EE.UU. de crear un Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) permanece estancado principalmente por diferencias con los países del cono sur, la UE avanza sin aspavientos en acuerdos completos de concertación política, económica y de cooperación con la región.
 
De hecho, ya tiene dos socios: México y Chile, mientras acerca posiciones para iniciar negociaciones con Centroamérica (mercado de 36 millones de personas con el que EEUU firmó un acuerdo de libre comercio el año pasado) y la Comunidad Andina de Naciones (con 120 millones de habitantes), que agrupa a Colombia, Ecuador, Venezuela, Bolivia y Perú.
 
El primer secretario y jefe de la sección económica y comercial de la Comisión Europea en México, Philipp Dupuis, señaló que en la Cumbre de Guadalajara de la próxima semana "se verá cómo se pueden lograr las condiciones para empezar las negociaciones de un acuerdo de asociación" con la Comunidad Andina.
 
Y según el encargado de negocios de la delegación de la Comisión Europea en México, Germano Straniero, la cita será aprovechada "para anunciar posiblemente el cierre de negociaciones con el Mercosur".
 
El Mercado Común del Cono Sur (Mercosur) -una unión aduanera que integran Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay- ha reorientado su comercio en la última década y así, en 2002, la UE representaba el 26 por ciento de su comercio extrarregional, frente al 24 por ciento de EE.UU.
 
En Guadalajara (capital del estado occidental mexicano de Jalisco) se reunirán el 28 y 29 de mayo los gobernantes de los 33 países de Latinoamérica y El Caribe con sus homólogos de la Unión Europea para analizar temas como la cohesión y el desarrollo social, la migración y el comercio equitativo.
 
 Roger Briesch, presidente del Comité Económico y Social Europeo (CESE), que agrupa a representantes sindicales, empresariales y de la sociedad civil, consideró que el ALCA "no es un buen modelo de integración" para Latinoamérica y se inclinó por uno más "del tipo de la UE", no meramente comercial, sino con consideraciones medioambientales y sociales.
 
Sin embargo, para la UE primero es necesario "mejorar los procesos de integración por bloques" en Latinoamérica, especialmente Centroamérica, la Comunidad Andina y El Caribe, ya que la situación política de Haití, Bolivia y Venezuela es vista con preocupación.
 
EE.UU. perdió terreno en el ALCA por su "falta de disposición" a eliminar los subsidios agrícolas y liberar el acceso a los mercados, que son los mismos problemas que tienen empantanada la Ronda de Doha de la Organización Mundial de Comercio (OMC) y que causaron el fracaso de la reunión ministerial en Cancún, en septiembre pasado.
 
En un intento por destrabarla, la UE ofreció terminar con los subsidios a las exportaciones agrícolas, propuesta que fue acogida por Estados Unidos, que expresó su esperanza de que "suponga una inyección para el conjunto de las negociaciones".
 
Por ello, en el borrador de la declaración final de la Cumbre de la Guadalajara se reitera que la Ronda de Doha provee las oportunidades para aumentar el acceso a mercados y fortalecer las reglas del juego a través de la OMC.
 
Latinoamérica plantea los temas agrícolas, la distorsión de servicios y el acceso a los mercados, así como la capacidad de las economías pequeñas para ajustarse a los procesos de liberalización y la necesidad de considerar las diferencias de desarrollo de los países.
 
En ese sentido, la directora de la oficina en México de la Comisión Económica para América Latina y El Caribe (Cepal), Rebeca Grynspan, enfatizó que el problema no es abrir los mercados, sino un comercio justo con "igualdad de oportunidades y acceso" para todos, además de "cooperación internacional, asistencia técnica y fondos para fortalecer el desarrollo social y no sólo la parte comercial".