La boda de Letizia Ortiz y Felipe de Borbón era la más esperada desde hace siete meses, cuando la Casa Real anunció el compromiso del heredero de la Corona española con la copresentadora del informativo de mayor audiencia de la televisión pública española.

“Es la mujer con la que quiero compartir mi vida”, dijo en noviembre el príncipe de 36 años, en su primera aparición pública con Letizia.

Pocos días después, pidió su mano. Él le regaló un anillo de oro blanco y brillantes a Letizia. Ella le obsequió un ejemplar de la obra de Mariano José de Larra El doncel de Don Enrique el Doliente junto a unos gemelos de oro blanco y zafiros.

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Ortiz se trasladó entonces a vivir al palacio de la Zarzuela, residencia de la familia real española, mientras esperaba el gran momento que se produjo ayer, día de Santa Rita, patrona de los imposibles.

Entonces Letizia abandonó TVE –“ella pertenecía al 10% de la gente de una redacción a la que le gusta competir”, dijo uno de sus ex jefes– y acompañó a su prometido en actos oficiales y en los funerales de las 192 víctimas de los atentados del 11 de marzo.

Letizia estuvo casada con su novio, Alonso Guerrero, un escritor y catedrático. Pero la Iglesia consideró que por haber sido solo por lo civil, no tenía validez, y que ella podía acudir al altar de la Almudena para desposar al heredero de la Corona española y convertirse en la princesa de Asturias.