En el reciente Foro Internacional ‘Inversión social y calidad del gasto en educación: experiencias en América Latina’, organizado por el Observatorio de la Política Fiscal y la Fundación Ecuador, con el apoyo del PNUD, se expuso, entre otros, el caso del cambio educativo producido en El Salvador a partir del programa Educo.

El caso es interesante y los resultados, según los expositores, son positivos y evidentes.

El cambio fue primero una transformación mental. Los salvadoreños concibieron la educación como una responsabilidad colectiva: de los padres, de los maestros, de los políticos, y entendieron que el futuro del país depende de que puedan lograr la mayor cobertura educativa con la mejor calidad.

A partir de esta concepción iniciaron un proceso de descentralización real de la educación, centrando la responsabilidad de la ejecución del proyecto educativo en la comunidad, organizada en consejos escolares integrados por padres y maestros.

Este Consejo es el responsable de la administración y del manejo presupuestario. Recibe del Estado el dinero correspondiente a la escuela y contrata los profesores, mantiene la infraestructura y decide las prioridades a las cuales les asigna recursos. Es el Consejo quien evalúa la labor de los maestros y aprueba los proyectos de desarrollo escolar.

Ahora están empeñados en el proyecto Escuela 10, esto es, escuelas de excelencia, que según la evaluación externa que reciben, obtienen financiamiento para mejorar sus instalaciones y su material.

Paralelamente se elevaron las exigencias para admitir a los jóvenes en la carrera pedagógica y solo quienes pasan el test psicológico y la prueba de suficiencia son admitidos a ella. Naturalmente, esto ha supuesto también una revalorización del maestro, tanto en lo social como en lo salarial. Un maestro salvadoreño que habló de su experiencia enfatizó que, además, reciben sus sueldos con gran exactitud.

La expositora, ex ministra de Educación, se refirió muchas veces a las decisiones del gabinete y dejó claro que el programa era posible porque había la voluntad política de considerarlo prioritario, aunque haya que pasar por decisiones difíciles porque en países como los nuestros eso significa quitarle a rubros importantes para darle a algo que se considera más necesario, según dijo.

En definitiva, el cambio educativo en El Salvador ha sido posible porque el país tomó la decisión de asumirlo como un proyecto común en el que participa activamente la comunidad y las decisiones han sido efectivamente descentralizadas.

Es la realidad de un país y, por cierto, no es una receta para todos los casos, pero deja mucho que aprender, si nos interesa el futuro.