La Miss Universo 2003, Amelia Vega, cantó, lloró, recordó momentos difíciles y alegres de su vida y hasta confesó que hay días en que no se siente tan bonita. Todo eso ocurrió ayer, en un encuentro con la prensa, en la suite presidencial del hotel Marriott.

Cantó a capella el inicio de una canción típica de su país, Quisqueya, después de la insistencia de los periodistas. Con una voz grave, la dominicana entonó la melodía, pese a que al principio puso resistencia, con el argumento de que quiere crear expectativa para que  acudan a verla cuando visite el país como cantante.

Amelia lloró cuando recordó el momento en que varios dominicanos y panameños fueron al hotel donde se hospedaba, en Panamá, con banderas de esos países, para vitorearla después de ganar el Miss Universo. “Estaba en el hotel haciendo maletas para dejar Panamá cuando escuché ruido, me acerqué a la ventana y vi todas esas banderas. Ahí sentí la alegría de haber ganado esa corona”, recordó, con lágrimas. Se le corrió algo del  maquillaje que llevaba en sus ojos, pero ese detalle no le preocupó hasta que empezó la sesión fotográfica.

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Habló de uno de sus pocos momentos difíciles como reina universal de la belleza. Para la dominicana, lo más duro fue dejar su casa, a los 18 años, y empezar una vida distinta en Nueva York, no ver a su familia por meses y vivir sola.

El contacto con los enfermos de sida, uno de sus trabajos como Miss Universo, la ayudó a poner los pies sobre la tierra y darse cuenta de que la vida no es color de rosa. “Ahora me toca agradecerles a ellos. Algunos, con tan escasa vida, me inyectaron de mucha luz”. Comentó que ser miss también es trabajar por los que sufren.

Confesó que, como muchas personas, hay días en que se mira al espejo y no se ve tan bella como siempre. “A veces uno dice, qué me pasó hoy. A todos nos pasa, no amanecemos con el mismo ánimo. Pienso que la belleza física se te puede ir en cualquier momento”.

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Se calificó como rebelde cuando habló de las medidas de seguridad y la parafernalia que existe en torno a la figura de una Miss Universo. “Pienso que he sido bien rebelde. No tengo nada que ver con seguridad. A veces a los de la Organización los quiero matar de un infarto, la gente me dice que baje el vidrio del carro y lo bajo. No tengo por qué ser inalcanzable“.

Amelia entregará la corona el 1 de junio. No está triste por eso, porque piensa que aprovechó al máximo su año como reina. Le gusta recordar la noche en que fue electa Miss Universo, cuando le pidió a Dios que la iluminara en su participación en el certamen.