La entrega, presentada el miércoles pasado en el Festival de Cannes fuera de concurso, está ambientada en la China del año 859, en la época del declive de la dinastía Tang. La casa de las dragas voladoras es un prestigioso grupo de rebeldes que se opone al gobierno corrupto. Sus enemigos, dos capitanes del ejército imperial, confeccionan un plan para secuestrar a Mei, una joven ciega pero de una belleza particular, experta en danza y artes marciales, y presunta hija del jefe, que los conducirá al cuartel general revolucionario. Pero en realidad, las cosas son más complejas. Cada personaje esconde un secreto y cada situación tiene un desenlace inesperado.

A lo largo de dos horas, el trío se bate con sables, lanzas y flechas, en escenas coreografiadas según la estética aérea del Tigre y el dragón. La mayoría de estas secuencias son realmente bellas, pero la multiplicación produce, a la larga, un efecto de saturación antes del doloroso epílogo sanguinolento en medio de la nieve. El director mezcla con habilidad la acción con espionaje, exhibiciones de efectos especiales, golpes y, sobre todo, una historia de amor (ambos protagonistas están enamorados de Mei). Pero aunque su confección sea meticulosa, el aclamado director de La linterna roja, Sorgo rojo, Ju Dou, sus obras más internacionales, está prácticamente irreconocible, volcado en este género en el que ya incursionó con Hero.

Aclamado por sus hermosos retratos de China, Zhang Yimou explica que él no es un experto en filmes de acción sino un entusiasta aprendiz. La casa de las dagas voladoras, se viste de una exquisita estética visual y una trama incisiva que transcurre en el siglo IX. La película está protagonizada por la bella Zhang Ziyi. “No quería realizar un filme común sobre las artes marciales”, explica Yimou. “Deseaba hablar sobre pasión, personajes interesantes, romanticismo, pero todo a mi estilo. La trama no tiene una base histórica. Tan solo he querido contar una historia ficticia diferente, ambientada en este periodo de la historia cuyo gran colorido me apasiona. Y eso es lo que he impregnado en el filme”.

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Yimou recuerda las dificultades para rodar en China: “No es fácil encontrar este tipo de bosques y naturaleza. Hay mucha deforestación. Tuvimos que irnos a Ucrania, donde filmamos la mayor parte de los exteriores y donde, afortunadamente, todo resultó más económico”.

Para incorporarse a su papel de bailarina ciega, la actriz Zhang Ziyi convivió con una ciega por dos meses. “Cuando esta niña tenía 12 años, un tumor cerebral le causó irreparablemente la ceguera. No imaginé nunca que su mundo podía ser tan distinto”. Además, se entrenó en artes marciales y danza: “Estoy acostumbrada a la disciplina. Debuté en la danza cuando tenía 11 años. Pero luego mi madre me obligó a parar porque consideraba que no llegaría a ser lo suficientemente talentosa”.

La actriz, tan luminosa como en la pantalla, agradece a Zhang Yimou haber sido su mentor. Él le ofreció su primer papel en 1998 en Camino a casa. Desde entonces, Ziyi no ha parado. De Tigre y el dragón, de Ang Lee, hasta llegar a La Croisette para presentar dos filmes: 2046, de Wong Kar-Wai, y esta intensa historia de amor y de traiciones de Yimou.

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“Me gusta encarnar a heroínas que tienen mucha personalidad, que por amor son capaces de escalar montañas. Muchos pensarán que estoy hecha de madera. Pues sin duda es verdad, pero también poseo una gran fragilidad interior”, dijo la guapísima intérprete, que ha puesto de cabeza a Jackie Chan en la comedia de acción Rush Hour 2. La actriz acaba de concluir el rodaje de Jasmin, de Hou Yongm, donde da vida a tres mujeres de tres generaciones diferentes y se dispone, al abandonar Cannes, a volver al set de Racoon Palace, del veterano Seijun Suzuki, en Corea.

Zhang Yimou es un representante bien reconocido de la llamada Quinta Generación, y por su brillante trayectoria, a partir del 80, se convirtió en el capítulo de oro de la historia del cine chino, a la par con Chen Kaige. Cada vez que participa en un festival de cine los contrincantes se resignan, pues saben que cuentan con una oportunidad menos, ya que el realizador oriental siempre se lleva un galardón a casa.

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