El tiempo ha pasado para Marvin Santiago, pero como dice él, aún sigue bregando con lo mejor. Anda por los 57 años y ya son 24 sin asomarse a la droga. De eso nada. Asegura con una voz rasposa, áspera, pero iluminada por sus entonaciones.

En la habitación del hotel Ramada donde nos recibió ayer, también estaba su esposa, su ángel, la que lo lleva por todas partes. Sin vientos de estrella se desbordó en una charla que él no deseaba terminar, pero que admitió, le debía a todo el Ecuador.

Vuelve luego de 20 años y se presenta hoy en el Jardín de la Salsa a las 20h00, junto a Cuco Valoy de República Dominicana y a Los Niches de Colombia.

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El sonero del pueblo nació en la calle 22 del barrio Santurce en San Juan, capital de Puerto Rico, vivió en la 24 y luego en la residencial para jóvenes Nemesio Canales donde pasó su adolescencia, fue pelotero (beisbolista), pero de allá hasta acá ha cambiado todo para él. “Yo salí del hoyo, pero ahora soy un hombre nuevo”, dice.

Reconoce que Tite Curet Alonso fue un gran compositor y cuando murió todos los músicos lo sintieron. Él fue quien le dio esos éxitos tremendos como Auditorio azul, cuando cayó preso.

Su paso por la prisión le dejó de todo, pero sobre todo a Dios. Sus palabras son un testimonio único y necesario. “Si has estado en cana sabes que allá adentro estás solo, allá no hay amigos, allá adentro el pana más chévere te puede dar una puñalada, porque ahí tú ves todo y no ves nada, ahí sabes todo y te embruteces”.

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En algún momento empezó a preguntarse. “¿Qué yo hago aquí? ¿Para qué vine a la tierra?”. Entonces descubrió que la salida y la salvación era Dios y no pudo ignorar esas palabras. “Tienes que tomarlas como tuyas y aprovechar lo que papá Dios te dice porque él es fiel hasta el final”.

Por el suelo estaba la maleta y Marvin hablaba sentado en la cama. Vestía de negro, llevaba su inseparable sombrero y unos pantalones cortos que no ocultaban la prótesis que ocupa el lugar de su pierna derecha.

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Con calma, pero emocionado, viajó por las palabras con su particular manera de decir las cosas y el inconfundible acento puertorriqueño.

“Estar preso es lo que me costó por no hacer las cosas correctas por más que intente taparlas y esconderlas. Yo sé lo que me busqué. En esta vida todo siempre te llega”. Fue más lejos aún. “El que te habla es Marvin Santiago, tengo 57 años y mira cómo estoy, con prótesis, diálisis, ciego, y con todo eso todavía estoy dándole candela al diablo, metiéndole pelea, porque yo he creído en Dios y él hasta ahora no me ha defraudado”.

Estima que el respeto que se ha ganado debido a su cantar en Puerto Rico y en el resto del mundo se lo debe al Señor; pese a todo lo que ha pasado, él se mantiene en pie.

Alegremente aseveró que ahora sí vale la pena hablar en una entrevista, no desea que la gente le pregunte cosas como: ¿cuándo tú naciste? ¿Cuál es tu primer disco?
De lo que le apetece hablar es de la verdad, y la verdad para él es que Cristo es real y se considera un ejemplo de lo que un hombre puede ser con su ayuda.

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“Yo soy un privilegiado, un bendecido, un mejor ser humano, un mejor padre, un mejor esposo, porque soy un instrumento del Señor. Un guerrero que siempre batallará”.

Fue diez años adicto a las drogas y todo el mundo lo supo, pero ahora es un ser humano nuevo, un hombre recto que sabe a donde va.

Después de perder la pierna derecha debido a la diabetes se casó con Sandra Pagán, su esposa. Ella era la enfermera que lo cuidaba en el hospital, y según Marvin la conoció cuando más necesitaba de alguien. “Ella es la que tiene que soportar al cojo de Marvin y todos los días estamos ahí, juntos, dándole pelea al diablo, al maligno”.

Considera que el momento más memorable de su vida, materialmente, fue el 12 de marzo pasado, cuando le rindieron un tributo en vida. Eso lo cree un regalo de Dios porque entendió cuánto la gente lo quiere y fue algo maravilloso poder disfrutarlo todavía vivo.

Pero, “lo más grande de mi vida es haber estado preso en aquella heladera y haber conocido  en ese lugar a Dios, el padre de los hombres”.

A veces se pregunta de dónde saca la fuerza y la alegría para seguir. Su conclusión es que hay que abandonar la carne y preocuparse del espíritu, porque nada dura toda la vida.

“No estaba pensando en entrevistas, ya que siempre me preguntan boberías, pero todo viene por alguna razón y lo que he dicho ahora salió de mi corazón, espero que el pueblo lo entienda cuando lo lea”, concluyó.