El miércoles de esta semana trajo horrendas imágenes de muerte a medida que un tanque y un helicóptero israelíes abrían fuego sobre un grupo de manifestantes palestinos, incluyendo a niños, en el campamento de refugiados de Rafah.

El New York Times publicó lo siguiente en uno de sus editoriales del jueves, 20 de mayo:

Al tiempo que el mundo espera a que el primer ministro israelí, Ariel Sharón, lleve a cabo su siguiente movimiento político, después de que el Partido Likud rechazara su plan con miras a un retiro unilateral de tropas israelíes y asentamientos de la Franja de Gaza, el Ejército de Israel está trabado en lo que al parecer es un plan enfocado a destruir de manera unilateral el territorio palestino.

En algunos de los combates más intensos en años, 13 soldados israelíes y docenas de palestinos han sido muertos desde que se llevó a cabo el referéndum del Partido Likud, el 2 de mayo.

El miércoles de esta semana trajo horrendas imágenes de muerte a medida que un tanque y un helicóptero israelíes abrían fuego sobre un grupo de manifestantes palestinos, incluyendo a niños, en el campamento de refugiados de Rafah.

Además, a pesar de la condena generalizada en escala internacional, Israel persiste en su política relativa a demoler cientos de viviendas palestinas en lo que todo parece indicar que es una forma de castigo colectivo con mano dura.

De manera indisputable, Israel enfrenta una amenaza por parte de Hamas al interior de la Franja de Gaza, pero resulta difícil percibir cómo estos tipos de ataques sobre palestinos hacen algo más que servir como una campaña de reclutamiento para Hamas.

Un errado cálculo político es parcialmente el factor responsable de la obsesión del primer ministro Sharón con transmitir una apariencia característicamente dura, no vaya a ser que su deseo por un retiro sea tomado con una indicación de su debilidad.

Él nunca debió haber confiado su plan a una estrecha franja del electorado, la más susceptible a la presión por parte de colonos extremistas.

Si el Primer Ministro israelí hubiera querido forzar el tema y cumplir con su promesa al presidente estadounidense George W. Bush, una mejor forma habría sido la de convocar a un referéndum nacional o meramente efectuar una votación parlamentaria.

Los sondeos de opinión muestran de forma consistente que más de dos tercios de los israelíes favorecen un retiro de la Franja de Gaza, sentimiento expresado en una impresionante marcha por la paz en Tel Aviv, efectuada el sábado pasado.

Incluso el ministro de la Defensa de Israel bajo Sharón califica la ocupación de Gaza como un “error histórico”.

El mayor error de cálculo por parte de Sharón fue su creencia en que Israel, por sí solo, puede determinar los términos de su retiro y los lineamientos generales de un acomodo en el largo plazo con los palestinos.

Para mala fortuna, el presidente Bush permitió esta fantasía al decirle al Primer Ministro israelí en Washington, durante el mes pasado, que si Israel retiraba sus asentamientos de la Franja de Gaza, podría decidir por adelantado que conservaría algunos de sus asentamientos en la Ribera Occidental (Cisjordania) y le negaría a refugiados palestinos el derecho a regresar a sus antiguos hogares, sin llegar siquiera a poner el asunto sobre la mesa.

© The New York Times News Service.