En este “concurso de belleza que concita la atención mundial”, como dice Daniel Montalvo, de TC, “la aparición de las candidatas suscita y concita el trabajo de los periodistas”. Algunos de ellos, suscitados y concitados en lo más íntimo, se lanzan a la cobertura con el corazón pletórico de entusiasmo y rudimentarias herramientas de análisis. No van tras un tema de información, sino tras un objeto de inspiración o de maravilla. Las simplezas y limitaciones del periodismo televisivo nacional están quedando al descubierto más que nunca en estos días.

Así entrevistó Montalvo a una peinadora de candidatas:

¿Cuántos cepillos? ¿Cuántas peinillas? ¿Cómo es?

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Cepillos puede haber como veinte. Peinillas igual, veinte.

Por ejemplo este cepillo, ¿qué hace?

Así, por vía capilar, Montalvo llegó a elucubraciones aparatosas: “Por ser mundial -hilvanó-, el concurso concita (claro) la participación de bellas de todos los tipos de cabellos y, por ello, podría suscitar (natural) un trabajo doble si es que se habla de alisamientos para la candidata de Sudáfrica”.

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Si esa les pareció una acotación antropológica insólita, esperen a leer esta otra, fruto de los prejuicios de un reportero de Telerama (el canal cultural) que entrevistó a Miss Bolivia y, al parecer, se sorprendió de encontrarla tan blanquita: “En Bolivia -le dijo- hay mujeres muy lindas, pero hay la impresión de que solamente hay indígenas”. El primero es un caso de candidez; el segundo, de racismo.

Este último reportero, encargado de medir la “capacidad intelectual” de las candidatas, habló de guerrilla con Miss Colombia y de Hugo Chávez con Miss Venezuela. ¿Qué tema le propuso a Miss Brasil? Obvio: samba y carnavales. Me pregunto si, con tan exacto mapa de prejuicios y tan estrechos horizontes, está preparado este periodismo para vérselas con mujeres de tantos países y tantos colores.