Se confunden entre los que transitan por el parque Centenario o que llegan a él para descansar. Sin embargo, una pequeña botella blanca de linimento en sus manos marca la diferencia de su oficio diario.

Son diez personas que desde hace más veinte años se dedican a la labor de curar fracturas en los pies, manos, hombros, piernas; desviaciones en la columna vertebral; brazos dislocados por medio de los masajes. Sus clientes y los que no lo son los llaman “sobadores”.

Ellos tienen prohibido trabajar en la zona regenerada del centro de Guayaquil. Por eso, en las calles Seis de Marzo y Vélez, al final de los adoquines -que forman parte de las reformas- colocan sus letreros  en el que promocionan los servicios que brindan.

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Hay otros grupos que se ubican en la avenida Olmedo y Boyacá,  Colón,  desde Lorenzo de Garaycoa hasta Chile y el malecón Simón Bolívar.

Las herramientas de trabajo que utilizan son una silla para  uso del cliente, un frasco de linimento (sustancia para combatir el dolor producido por los golpes), una crema líquida para masajes y, algunos, las vendas. Cuando una persona   busca sus servicios y necesita un masaje en todo el cuerpo, acuden a un local que arriendan todos “los sobadores” de la zona.

Pablo Borja, es el que más tiempo lleva realizando los masajes (29 años). Cuenta que la técnica la aprendió en Esmeraldas, cuando tenía 20 años, ahora a los 71 se considera un experto para curar los dolores musculares.

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“Me doy cuenta rápido del motivo de los dolores y curándolo me puedo demorar hasta veinte minutos, dependiendo de la fractura. No se puede sobar por sobar”, aclara Borja.

Los valores de los masajes fluctúan entre los tres a quince dólares y también atienden a domicilio, pero este tiene un costo más elevado por el transporte.

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Todos los sobadores del sitio laboran diariamente desde las 06h00 hasta las 18h00. Ya tienen sus clientes fijos que los buscan directamente.

A medida  que avanzan las horas, las personas empiezan a atenderse. Jimmy Montenegro llegó con  muletas, ayer, debido a una fractura en la pierna que le   ocasionó un golpe durante un partido de fútbol.

Inmediatamente, Máximo Cruz comenzó su oficio colocándole las  lociones respectivas, y aunque el afectado gritaba por el dolor, al finalizar la jornada se sitió aliviado.

Su padre, con el mismo nombre, aseguró que cada vez que él y su familia tienen problemas musculares acuden a los sobadores. “Ya confiamos en ellos. Con dos o tres masajes el dolor se termina”, acota él.
Cruz lleva cinco años en esta labor y afirma que fue deportista y que su entrenador le enseñó las técnicas.

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Entre los clientes que más se acercan están los voleibolistas, futbolistas y nadadores. Además de bailarines y personas con estrés.

Metropolitanos
Los sobadores denuncian que la Policía Metropolitana no los dejan laborar. Jimmy Vernaza indica que hay días que ellos (policias) se les llevan solo los letreros, pero en otros los detienen por tres días y deben cancelar una multa de 40 dólares.

“Nosotros queremos un espacio para laborar tranquilos, sin problemas. No estamos perjudicando a nadie con lo que efectuamos”, expresa él.