La implementación de una política de seguridad y su ejecución mediante planes institucionales, tienen implicaciones en el sistema de seguridad regional debido a la interdependencia propia de la época actual, a la naturaleza transnacional y reticular de las amenazas afrontadas: narcotráfico, terrorismo internacional, crimen organizado, tráfico ilegal de armas y a la política de seguridad que adopte el país vecino.

Superado el Plan Colombia con la aplicación del Plan Patriota, las opciones para el Ecuador se han reducido a una política reactiva que para comenzar debe salir del pertinaz “juego suma cero”, mediante el cual se considera que la búsqueda de solución a su conflicto por parte de Colombia, afecta a la seguridad de los vecinos, por lo que siguiendo la línea reflexión, se piensa que lo más aconsejable es aislarse de todo criterio sistémico de la seguridad subregional.

Pero esta visión chata lo que está consiguiendo es más bien, convertirnos en víctimas de un proceso de transformación del aislamiento a la oposición de estrategias de confrontación a las amenazas transfronterizas.

La cooperación significa llegar a acuerdos para, a través de una mejor relación y confianza, coordinar estrategias que conduzcan a un mejor beneficio para la subregión.

Acuerdos y acciones coordinadas para tener fronteras más seguras mediante controles de migración e intercambio de información sobre personas buscadas por su pasado judicial, tráfico ilegal de armas, precursores utilizados para el procesamiento de la hoja de coca y otras actividades ilegales.

Complementariamente a lo cual, impulsar el desarrollo social y económico de la región fronteriza es la mejor estrategia de seguridad del Ecuador, repetidamente reclamada por las autoridades de los gobiernos seccionales de las provincias fronterizas.

Los proyectos agrícolas, de salud, agua potable y saneamiento ambiental requieren incrementarse en educación, fuentes de empleo, infraestructura, vialidad, servicios, aprovechamiento de los recursos transfronterizos como objetivos de programas de desarrollo con financiamiento internacional que, paradójicamente, se desestiman al mismo tiempo que se reclaman compensaciones por los efectos que se sufren en la frontera norte.

Los proyectos de integración fronteriza se encuentran debilitados por el temor de un involucramiento en el conflicto armado de Colombia, mientras el impulso dado desde la Secretaría General de la Comunidad Andina con el Acuerdo del Transporte Terrestre Andino, a pesar de ser un poderoso estímulo para emprender una estrategia masiva de cooperación subregional, corre el riesgo de enfriarse entrampado por una oposición que envuelve al país en una suerte de “dilema del prisionero”, sin percatarse que las estrategias aisladas en asuntos de común interés, como la estabilidad y seguridad subregional, actúan recíprocamente para conducir a malos resultados.

Aislarse significa ceder nuestro espacio de decisión al otro, con resultados negativos para ambos. Por eso ilógicamente se acusa al Ecuador a veces de tolerancia y en otras de alianza, pero siempre con resultados negativos.

Nuestra seguridad, se quiera o no, depende de la seguridad de nuestro vecino. En un escenario común no hay cabida para el aislamiento ni para egoísmo, porque se puede favorecer a quienes amenazan a nuestra población y a nuestra soberanía.