La invasión a Iraq está cambiando el panorama electoral tanto del presidente George W. Bush, que ve bajar su popularidad, como el de su rival demócrata John Kerry, al que se le dificulta tomar una posición definida o promover sus planes de política interna.

Algunos analistas sugieren que la lid presidencial podría transformarse en un referendo nacional sobre la política de Bush en Iraq.

Como presidente, Bush puede orientar la cobertura noticiosa de Iraq, por ejemplo, con su decisión de enviar sorpresivamente la semana pasada al secretario de Defensa, Donald H. Rumsfeld, a esa nación árabe.

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Kerry se ve limitado a pedir la renuncia o el despido de Rumsfeld y a acusar a Bush de dirigir la guerra con una extraordinaria incompetencia e ineptitud. Además tiene que cuidar que su crítica no parezca antipatriótica.

El abuso de prisioneros en Iraq, la decapitación de un civil estadounidense y los asesinatos de otros, así como el creciente número de bajas militares han dado al traste con los temarios políticos de ambos partidos.

Los colaboradores de Kerry quedaron encantados con un sondeo de Time/CNN divulgado ayer que señala que la popularidad de Bush es la más baja de su presidencia.  51% de los electores registrados votaría por el senador de Massachusetts, contra 46% en favor del actual presidente. Pero esa baja no aumentó la aceptación del senador demócrata.