Por supuesto que no se pueden justificar los desmanes que protagonizaron los comerciantes informales, que destruyeron dos vehículos y rompieron los vidrios de varias ventanas. La ciudadanía y los medios de comunicación estaremos atentos para que los responsables reciban el castigo que merecen.

Pero tampoco se justifica la brutalidad de ciertos policías municipales que primero golpearon a un niño de manera salvaje y luego arrastraron a sus compañeros a reprimir a los manifestantes en tal forma, que convirtieron a la ciudad en un campo de batalla.

Hubiese bastado con un poco más de prudencia y ponderación de la autoridad correspondiente para que todo este desagradable incidente jamás se produjese.

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Cabe una pregunta: ¿Es que ahora la tarea de cuidar el orden público ya no le corresponde a la Policía Nacional sino a la Policía Metropolitana?

Esta vez se traspasaron las barreras de un comportamiento civilizado. La máxima autoridad municipal tendrá que intervenir para adoptar correctivos radicales que merecerán sin duda el apoyo de la ciudadanía.