Dicen que no hay peor sordo que el que no quiere oír. Ni peor entendedor que el que no quiere entender. Mucho de esto observo en la polémica que se viene desarrollando estos días en torno al IESS. Ahora a propósito de las inversiones que debe hacer y, señaladamente, de las que puede hacer en bonos del Estado.

Es que hay cosas que, por bien que se digan, algunos no quieren oír, mucho menos entender. Por ejemplo una elemental: que los aportes que recauda el IESS no deben gastarse de inmediato e íntegramente para cubrir las pensiones, prestaciones médicas y gastos de gestión presupuestados. Esto porque una parte muy considerable de aquellos aportes –así como los fondos de reserva– deben ahorrarse e invertirse sabiamente para financiar y cubrir a futuro las jubilaciones y demás pensiones y prestaciones que correspondan, estrictamente de acuerdo con los cálculos actuariales y otras consideraciones técnicas dentro del sistema de seguros.

Algunos oyen lo anterior como quien oye llover y no entienden o no quieren entender que es imposible mejorar de golpe y porrazo las pensiones y las prestaciones actuales con los mayores ingresos que ahora está teniendo el IESS, pues si este no ahorra e invierte cuantiosa y adecuadamente para el futuro lo que la técnica aconseja, entonces nunca podrá ir mejorando de modo sustentable las pensiones y las prestaciones, sino que se reeditará y se consolidará en las nuevas generaciones de afiliados la estafa que hoy es el IESS.

Otros sí oyen y sí entienden, pero por intereses gremiales o partidistas, sobre todo en épocas preelectorales, promueven el caos en la polémica con sofismas y propuestas demagógicas. Así echan leña al fuego de las necesidades de los afiliados y jubilados actuales, especialmente de los más pobres. Y de paso van contaminando a muchas otras personas que emotivamente, de buena fe, pero sin profundizar lo suficiente, hablan del tema con la cabeza caliente.

En medio de todo aquello he leído unos pocos análisis bien hechos, como el de Walter Spurrier publicado el domingo último en este diario. Recomiendo revisarlo a quienes quieran oír y entender, en el contexto de sus explicaciones, incluso verdades tan antipáticas e impolíticas como esta que se atreve a decir con sobra de honradez intelectual: “La inversión en bonos del Estado no es mala para el IESS”.

Pero lo más importante, que más que decirlo alguien, lo proclama nuestra triste experiencia, en contraste, por ejemplo, con la experiencia chilena,  que ojalá se pueda y se quiera oír y entender algún día, es que el IESS, una entidad pública obsoleta, politizada y burocratizada, no puede ser, no debe seguir siendo, la piedra angular que sostenga y el eje sobre el que gire nuestro sistema de seguridad social; ni debe ostentar, consecuentemente, la patente y el monopolio del seguro social obligatorio.