La educación a distancia ha demostrado ser un sistema especialmente valioso, no solo para el estudiante que trabaja –que así está en condiciones de combinar sus estudios con su actividad laboral– sino también para el país donde se la implementa, que puede elevar la calificación de su población económicamente activa.

Pero el éxito de esta modalidad depende mucho de la disciplina de estudiantes y docentes. Nada puede reemplazar la presencia regular y física de un profesor, excepto mucha voluntad y sacrificio personales. Por eso, los sistemas de control de la educación a distancia deben ser diseñados con especial cuidado, para que cualquier falta de responsabilidad del estudiante y una eventual desorganización del centro de educación superior no reproduzcan el fenómeno ya conocido de profesionales sin preparación académica real.

Seguramente el Conesup habrá tomado en cuenta estas inquietudes al momento de diseñar los sistemas que conviene aplicar para que toda la nueva oferta de educación a distancia sea beneficiosa. Recientemente se denunció que algunos centros de educación superior no contaban con suficientes avales técnicos; imaginemos las gravísimas consecuencias que podrían derivarse si algo así sucediese con la educación a distancia. Prevenir, también en este caso, es mejor que lamentar.