La microempresa que forman 18 chicos del Circo de Jóvenes de Bastión Popular lleva ya más de 30 presentaciones con zanqueros, mimos, bailarines y cantantes. Sus integrantes tienen entre 15 y 22 años.

El sonido de pitos y el movimiento de tres gigantes de colores de unos tres metros de altura alegra a los moradores del bloque tres de Bastión Popular, que realizan una pausa en sus actividades del mediodía, para observarlos.

Es una demostración de los tres zanqueros del Circo de Jóvenes de Bastión Popular, microempresa en la cual 18 chicos del sector –de entre 15 y 21 años– expresan sus dotes artísticos y además trabajan.

Aunque como microempresa solamente existen desde el pasado 10 de marzo (día en que firmaron los papeles), “el grupo comenzó hace aproximadamente dos años y medio” explica Ana Caicedo, de 21 años. Ella es la presidenta de la microempresa, y canta en el circo junto a su hermana gemela, Alexandra.

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Los chicos resaltaron la importancia de la preparación que recibieron, por medio del Programa de Desarrollo de las Zonas Urbano- Marginales de Guayaquil (o Zumar, como le dicen en Bastión).

Cuando el circo se inició (antes de organizarse en los diferentes grupos de ensayo, como raperos, cantantes, mimos y zanqueros), todos recibieron por igual clases de actuación, expresión corporal y vocalización.

Con la cara pintada de blanco, el mimo Francisco Chavarría (de 21) hace gestos y sostiene una bandera mientras sus compañeros zanqueros dan pequeños saltos, caminan, e incluso corren. “Yo siento que tengo sangre de artista”, dice Francisco.

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El zanquero Javier Maldonado (de 20) hace una pausa y cuenta su experiencia. “Al principio lo veía como una diversión, pero luego vi que es una fuente de trabajo”, explica.

Y el trabajo le ha costado esfuerzo: lleva cinco caídas desde que comenzó. “En una me zafé la mano, en otra me partí la barbilla y en otra la costilla”, recuerda mientras sonríe, para luego alejarse media cuadra en sus dos zancos, corriendo de lo más normal.

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La recompensa

El esfuerzo y las caídas han tenido su recompensa: cuando el grupo firma un contrato, el 10% de lo obtenido se deposita en la cuenta del grupo, para luego reparar daños en zancos, comprar o elaborar nuevos disfraces y adquirir maquillaje y equipos. No tienen una tarifa fija, pero en su última presentación (que fue en Salinas), cada chico ganó cerca de 150 dólares.

Ana destaca la importancia del trabajo en equipo, en los resultados que han obtenido. “En estos grupos tiene que haber unión, y eso sí se ha conseguido”, expresa. “Esa misma unión también nos ha permitido mantenernos ocupados, y evitar los peligros del sector”, agrega.

“Por medio de nuestro trabajo hemos transmitido algo positivo a los demás chicos del sector, incluso los hemos sacado de cosas malas. Pero nosotros (los del circo) no somos pandilleros”, aclara.

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Minutos después inicia una demostración de los bailarines. Wellington Tutivén (18) comienza haciendo pasos que siguen perfectamente el ritmo de un reggae.

Inmediatamente se apoya en el suelo con sus manos, mientras sus pies giran rápidamente, en el aire. Poco a poco se le unen más compañeros, quienes logran mantener sus cuerpos en el aire apoyados en una sola mano,  dar giros sobre su cabeza, y varias acrobacias más.

Un poco más tarde, los chicos descansan y recuerdan sus presentaciones. El año pasado difundieron el programa de educación por televisión Aprendamos, del Municipio de Guayaquil.

Además se han presentado en la plataforma del Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo en el Malecón 2000, en el Centro Cívico y afuera del Centro Comercial Plaza Mayor.

Y circo hay para rato, según dicen. “Para dejarlo ahora, mejor no hubiéramos comenzado. Hemos luchado bastante para obtener lo que ahora tenemos”, concluye Francisco.