El cineasta dedicó la inauguración del certamen a las víctimas de los atentados de Madrid.

Pedro Almodóvar inauguró ayer el 57º Festival de Cine de Cannes con su última película, La mala educación, convirtiéndose en el primer filme español que recibe tal honor. Sonreído y jovial, acompañado del elenco de actores protagonistas (Gael García Bernal, Fele Martínez, Javier Cámara), el director manchego explicó las claves y los reveses en los que se adentra su nueva entrega.

Aclaró que La mala educación no se trata de una cinta autobiográfica –“no es una antología de anécdotas de mi pasado”–, aunque reconoció que es su filme más personal, porque está hecho de recuerdos de su infancia. “Lo más personal de esta película es el modo en que está narrada. Naturalmente he vivido en los dos decorados que la constituyen: el colegio de los curas del 60 y el Madrid exultante y libre del 80”, aseguró. Pero enseguida aclaró: “De mí no abusaron. Hablo de cosas que oí, vi y me contaron. No he hecho esta película antes porque nunca he sentido la necesidad de hablar de mi infancia. Esto me ha venido con la edad, pues inevitablemente he llegado a la madurez”.

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Según confesó el propio Almodóvar, La mala educación recoge un complejo trabajo de diez años, para dar forma a una película –realizada “sin intención de polémica”– que habla de dos niños que conocen el amor y el miedo en un colegio religioso a principios del 60, en plena dictadura franquista. Los personajes se vuelven a encontrar al final del  70 y, luego, en el destapado 80. Este reencuentro marcará sus vidas. “Hay mucha realidad en la película”, continuó, “pero hay mucha más manipulación, porque la ficción es la manipulación de la realidad y yo siempre he huido del documental y el naturalismo”.

Enfatizó, además, que su filme no es anticlerical. “No hace falta que lo sea. La Iglesia se degrada sola a sí misma cada vez que hace una declaración en los periódicos. Al menos en España, el peor enemigo de la Iglesia es ella misma”, aseveró. Y agregó: “Sin embargo, lo que muestro en la película es esa fascinación por la liturgia católica, que me viene desde pequeño. Ya desde ese momento no creía en Dios, pero sí en las ceremonias. Y en la película me apropio de estas como escritor y se las regalo a los personajes para que ellos se relacionen a través de ellas”.

La cinta aborda el tema de los abusos sexuales perpetrados por los curas en los colegios del 60. Una “monstruosidad” que Almodóvar retrata sin reservas. “Tenía un miedo excesivo porque es difícil rodar los abusos sexuales sin caer en lo mismo que estás denunciando. Yo opté por ponerlo fuera de foco, no verlo, pero sí darle al espectador los datos suficientes de lo que está ocurriendo. No me podía permitir que el niño sintiera la menor violencia, que ningún dedo le tocara”, dijo.

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La mala educación es la película más negra de Almodóvar. “Negra porque soy un gran admirador de este género y porque de lo que hablo es de la negrura que hay en el corazón humano. No es una película de buenos y malos, sino de seres imperfectos”, aseguró.

La fría reacción de la crítica durante la proyección inaugural de La mala educación no parece preocuparle, pues aseguró que “esta es una película de digestión lenta, de dispersa funcional. Hay que saber distinguir los tipos de silencio como respuesta: puede deberse al aburrimiento o al sentir el alma atrapada con lo que se está visionando. Esperemos a conversar cuando se recuperen de la conmoción”.

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Almodóvar es habitual de Cannes, del que fue miembro del jurado en 1992. Siete años después, Todo sobre mi madre recibió el premio a la Mejor dirección del festival, meses antes de que ese filme le reportara su primer Oscar, en la categoría de Mejor filme en lengua no inglesa.