Entusiasmada partió en el avión militar la caravana militar hacia Galápagos, durante la Semana Santa. La integraron, claro, algunos militares. Pero también esposas de militares. Yernos de militares. Nietos de militares.

Y es que –como luego se supo– los militares tenían que ir a Galápagos a trabajar. A recorrer las bases y a inspeccionarlas. Y las esposas de los militares también, porque ellas son, más o menos, el brazo derecho de sus esposos. Y los yernos son una suerte de brazo izquierdo. Y los nietos son como las piernas, que hacen correr y saltar a sus abuelitos militares.

Entonces, la delegación militar –según las explicaciones oficiales– cumplió su misión militar a cabalidad y la ciudadanía, que al principio miró con estupor la noticia de que una delegación tan heterodoxa se hubiera desplazado al Archipiélago en Semana Santa, quedó más allá de satisfecha con las justificaciones que dieron los militares sobre su periplo y entendió –¡por fin entendió!– que los militares tienen derecho a que les acompañe su familia cuando van a cumplir con su deber.

Bueno, será solo para cierta parte de su deber, no exageremos. Porque, que se sepa, cuando están en su oficina los militares no se hallan rodeados de sus esposas, de sus yernos y sus nietecitos que les rebuscan los cajones donde tantos secretos militares guardan y, sentados sobre sus rodillas, les ayudan a escribir en la computadora los partes de batalla.

Tampoco, claro, cuando tienen que ir a la frontera para protegerla de la arremetida de la guerrilla colombiana lo hacen acompañados de sus esposas, sus yernos y sus nietos. Aunque a veces me supongo que lo harán.

Lo cierto es que la travesía militar por las islas –que tanto escozor nos causó al principio– ha resultado altamente clarificadora sobre la manera en que los militares ejercitan su duro bregar y, también, muy aleccionadora sobre la férrea unidad familiar que existe dentro del ámbito castrense.

Por fin se ha puesto de manifiesto que a los militares les ampara la ley para que en sus desplazamientos puedan llevar a su familia en los aviones militares y en lanchas militares. Seguramente por un vacío incomprensible no se habla de que también pueden ir en tanques de guerra, caballos ni submarinos, todavía.

Hace algún tiempo, otros militares fueron con sus esposas en un tour por Europa. Y después nos explicaron que “así mismo es”. Con eso, todos entendimos y nos quedamos tan tranquilos como nos hemos quedado ahora, cuando sabemos por qué van los militares en aviones militares a Galápagos con sus esposas, sus yernos y sus nietecitos: porque así mismo es.

Y punto.