En un tramo de esa avenida comienzan su jornada no menos de doce relojeros, los  eternos obreros del tiempo que se instalan en los portales con sus pequeños quioscos de metal o madera.

Llegaron hasta ahí en los últimos meses del año pasado, después del reordenamiento que ejecutó la Municipalidad l en toda la calle Lorenzo de Garaycoa, donde junto a comerciantes realizaron su oficio durante décadas.
Son los relojeros que no consiguieron un puesto en el  Mercado de Artículos Varios, en las calles Seis de Marzo y Manabí, ubicados en esta parte del centro de la Guayaquil.

“No tenemos dónde ir y debemos buscar dinero para que coman nuestras familias”, sostiene Miguel Fabre, relojero de 44 años, con 25 en ese oficio que aprendió de su padre, mientras con una lima empareja el brazalete de metal del reloj de un viejo cliente.

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Pero las pocas ganancias que aquí obtienen se mantienen entre los  5 y   8 dólares diarios. “Y muchas veces llegamos sin plata y con la cara lánguida (triste) a la casa”, señala John Manrique, de 23 años, que después de tres horas, todavía espera la llegada de su primer cliente.

Algo que no ocurre fácil para estos artesanos por el sector en el que se encuentran.
“Esto es zona roja y los delincuentes ahuyentan a la clientela”, advierte Johnny León, de 48 años, con once en el oficio de arreglar relojes, mientras con una lupa en el ojo derecho y una especie de fino destornillador limpia un reloj de hombre, trabajo por el cual cobrará $ 0,80.

Por la escasez de clientes y porque saben que en cualquier momento personal del Cabildo los retirará del sitio, ellos planean irse pronto de ahí. John  espera conseguir un empleo, mientras que Miguel y Johnny han decidido seguir en el oficio en alguna zona del norte de la ciudad.

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