Lo es porque de una alimentación adecuada en los primeros años depende el desarrollo cerebral y el crecimiento saludable de los futuros ciudadanos.

En una sociedad justa que ofrece oportunidades de trabajo y desarrollo personal a los padres, el problema no existe, pero en países como el nuestro, sin políticas sociales claras y sostenidas y con un aparato productivo que no se recupera, el problema subsiste y se agrava. En estas circunstancias, es  imprescindible la participación del Estado.

La reanudación del Programa de Almuerzo Escolar que cubre a más de trescientos mil niños, se vuelve entonces una respuesta adecuada que hay que mantener lejos de las influencias partidistas y de las tentaciones de usarlo para beneficios personales.

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La participación de los padres de familia se torna indispensable, tanto para la ejecución como para la supervisión y evitar que el programa fracase enredado en marañas burocráticas o rencillas particulares como ha sucedido en otras ocasiones.